Seguramente, te has topado en las redes sociales con jóvenes que se autoproclaman «expertos en inversiones». En cada video, prometen enseñarte cómo ganar 500 dólares al día con criptomonedas o cómo se retiraron a los 30 años gracias a la bolsa de valores.
Lo llamativo es que estas personas, que supuestamente ganan tanto dinero, te exhortan a «suscribirte y activar la campanita» para seguir su canal. Así, existen cientos de youtubers hablando de economía, pero, con algunas excepciones notables, la mayoría subsiste de lo que generan sus canales gracias a la publicidad que se difunde entre sus seguidores.
Observo un fenómeno similar en el ámbito evangélico. Muchos jóvenes (y otros no tan jóvenes) se declaran a sí mismos «maestros de la Biblia» (o incluso «apologistas»), sin pertenecer a ninguna iglesia local, sin rendir cuentas espiritualmente a nadie ni estar bajo la disciplina pastoral.
Muchos nunca han sido discipulados seriamente ni una congregación establecida ha validado su fe, y aún así, se erigen en maestros de la noche a la mañana. Organizan entrevistas, eventos en línea y grandes producciones audiovisuales sin haber sido discípulos, pretendiendo discipular a otros a través de internet.
Recordemos cómo se desarrolla el discipulado y la enseñanza bíblica según las Escrituras. Tomemos, por ejemplo, la relación de Pablo con Timoteo, la cual no se podría replicar en un entorno virtual:
«Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, paciencia, amor, constancia, persecuciones, sufrimientos…» (2Timoteo 3:10-11 – RV-SBT).
Para enseñar la Biblia en YouTube, basta con tener una buena cámara HD y un micrófono de calidad, pero eso no nos permite evaluar su conducta, sus intenciones (más allá de aumentar sus suscriptores), ni sabemos si practican el amor cristiano, la paciencia o si son fieles a la causa de Cristo.
Apoyo que el mensaje del evangelio se difunda en las redes sociales («la palabra de Dios no está presa», 2 Timoteo 2:9). Sin embargo, la pregunta crucial para los youtubers (no todos, por supuesto) sería:
-¿Qué iglesia local los respalda?
-¿Quiénes son sus pastor/es?
-¿Tienen un buen testimonio confirmado por otros hermanos?
-¿Rinden cuentas de su vida o actúa como un «llaneros solitarios»?
Este artículo no está dirigido a esos youtubers independientes que no rinden cuentas a nadie (que el Señor les conceda sabiduría para arrepentirse si es el caso, 2 Timoteo 2:25), sino a sus seguidores. A los cuales les hago estas preguntas:
-¿Acaso sigues a personas solo por el impacto que generan en las redes sociales?
-¿Sigues a esas personas solo por los contenidos polémicos o por el deseo de ser edificado con la Palabra de Dios?
-¿Puedes distinguir entre un simple youtuber en busca de suscriptores y aquellos que verdaderamente aspiran a glorificar a Dios predicando un evangelio que concuerda con su manera de vivir?
Es vital reflexionar sobre esto. No te conviertas en cómplice de aquellos que se exaltan a sí mismos en busca de seguidores.
Recuerda que la enseñanza más importante y primordial la recibes de tu iglesia local (siempre que sea una congregación saludable).
Si optas por seguir a maestros bíblicos en línea, verifica su autenticidad investigando la iglesia que los respalda. Evita a aquellos que, sin rendición de cuentas, se erigen como maestros, pues podrían fomentar una rebeldía similar en otros.
Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros,
sabiendo que recibiremos mayor juicio. (Santiago 3:1 – RV-SBT).
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