Un mal diagnóstico lleva a un mal tratamiento

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Romanos 3:10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. 12 Todos se apartaron, a una fueron hechos inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno.

La Biblia nos da un diagnóstico de lo que es el ser humano en su estado natural de pecado, que no todos quieren aceptar. Y me refiero especialmente a muchos dentro del cristianismo evangélico que,  o ignoran este pasaje del libro Romanos, o lo espiritualizan a tal punto que destruyen su significado simple. Romanos 3:10-12  es unos de los pasajes centrales del Nuevo Testamento que nos describe la condición real del ser humano en su estado natural. Esto destruye el tan querido libre albedrío que muchos defienden, diciendo que en el hombre hay una capacidad natural para buscar a Dios. Pero, ¿el ser humano buscaría a Dios si Dios no lo busca primero? Veamos a continuación cuatro características del estado de cómo quedó el hombre después que pecó en el huerto del Edén.

1-No hay quien busque a Dios
Alguno podrá decir que hay gente que busca a Dios de alguna manera, ¿esto contradice la Biblia? La Biblia es la verdad de Dios sobre quién es él y quién es el hombre. Debemos creer que si Dios dice: «que no hay quien lo busque«, es realidad es así. Pero, ¿en qué sentido se dice esto?, pues hay personas que al parecer son muy devotas de Dios. Podemos decir que la gente se acerca naturalmente a Dios en busca de  algún beneficio. Por un lado, hay gente que se acerca en busca de beneficios materiales y otros de sanidad física. Por otro lado, hay gente que se acerca a Dios en busca de paz, felicidad y la vida eterna. ¿El segundo grupo no es el que está interesado realmente en Dios? La respuesta es un rotundo no. No están buscando a Dios por lo que Dios es, ni a Cristo por lo que Cristo es. El pretender acceder a beneficios espirituales, no precisamente es un indicador de buscar a Dios por lo que es Su persona. Colosenses 1:21 nos dice que somos enemigos naturales de Dios por el pecado, y es por eso que nuestra búsqueda será imperfecta y malograda al fin. En eso la Biblia dice «no hay quien busque a Dios«. Nuestra más profunda sinceridad estará teñida siempre por el egoísmo del pecado.

2-No hay quien entienda
Esto no quiere decir que el hombre no comprenda ciertos esquemas mentales del Dios creador, la cruz de Cristo, y la fe. Pero no irá muy lejos hasta que el evangelio, tal cual está revelado en Las Escrituras, sea al final una «locura» para su mente natural (1 Corintios 2:14). El mayor de los conocimientos que pueda adquirir el hombre serán  como nada, si Dios no le revela por medio de la iluminación de su Espíritu Santo lo que es la salvación. En el libro de Hechos 16:14 se nos dice que, a una mujer llamada Lidia, Dios tuvo que abrirle el corazón para que prestara atención al evangelio. Si Dios no hacía esta obra de apertura en la parte interior de esta mujer, ella no hubiera conocido a Cristo. La Biblia nos dice que «no hay quien entienda» (por sí mismo), por lo tanto, nos lleva a admirarnos de la misericordia de Dios que abre la mente y corazón de los que desea salvar. Es obvio que la iniciativa es de Dios.

3-No hay quién haga lo bueno
Sin duda hay personas que son benefactores de la humanidad; médicos, filántropos, y toda clase de individuos que procuran el bien de otros. ¿Cómo es que la Biblia  nos dice entonces que no hay quien haga lo bueno? La raíz de nuestro corazón es malo. Hacer cosas buenas de vez en cuando no quita nuestra fuente de maldad. Muchas de nuestras buenas obras de justicia, según Isaías 64:6, son delante de Dios como trapos de inmundicia. Siempre hay un deseo humano, detrás de cada buena obra, de ser vistos o de considerarnos buenos. El pecado rara vez hace una obra si ser visto por los demás, y en el caso de que no sea aplaudido por otro ser humano, él mismo se aplaude en su auto-suficiencia. La motivación del pecador es hacer obras no para buscar la gloria de Dios, sino su propia gloria (sea vistos por otros o no). Al no tener la motivación correcta (y esto solo puede salir de un corazón transformado por la gracia de Cristo)  es que la Biblia dice «no hay quién haga lo bueno«.

4-No hay justo, ¡ni siquiera uno!
La lógica conclusión de todo esto es que nunca seremos justos por sí mismos. Siempre habrá algo que empañe nuestra justicia, siempre habrá pecados que estén entretejidos en todas nuestras intenciones de búsqueda, entendimiento, y obras. El examen diagnóstico que la Biblia dice de nosotros es «muertos en pecados» (Efesios 2:1). El problema va mucho más allá de que cometemos pecados, sino que somos pecadores por naturaleza. Muchas personas cuando son sorprendidas en alguna falta de carácter se escudan diciendo: «Yo no soy así«. Pero la Biblia dice lo contrario. Cuando procedemos mal, es la evidencia del mal interior y no de una circunstancia ajena a nosotros (Lucas 6:45). ¡Somos injustos por naturaleza!

El diagnóstico del hombre

¿El panorama no es alentador verdad?  Esa es la idea solo en primera instancia. Dios le muestra al pecador por medio de Su Palabra, la Biblia, su condición para vaciarlo de su auto-justicia. En el mismo capítulo 3 de Romanos, versículo 19, se nos dice «que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios«. Esto nos pone ciertamente en nuestro lugar: en un rincón del universo aislados, con la boca cerrada y la cabeza gacha…  ¡Pero ese triste panorama es cambiado por la mano de Dios en aquellos que salva! Cuando Dios obra la salvación en alguien, le muestra primero su diagnóstico a través de la ley,  : ¡Muerte, muerte, muerte y muerte! Traducido como: «No hay quien lo busque, no hay quien entienda, no hay quien haga lo bueno, no hay ningún justo». Enseguida Dios le muestra que hubo alguien que vino a este mundo y demostró: Buscar a su Padre, entender las cosas espirituales, hacerlo siempre lo bueno, y mostrar su justicia: ¡Jesucristo! En la persona de Cristo se unen perfectamente la naturaleza divina (pre-existente) y la naturaleza humana, que Dios puso en el vientre de maría virgen para dar a luz al niño de Belén. Como Dios, Jesús era santo y justo, pero también lo fue como hombre. Fue concebido santo, vivió una vida santa y murió santo. Como representante humano, es el único hombre justo de la historia.

Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu. (1Pedro 3:18).

El tratamiento

Como vemos, el verdadero diagnóstico es que estamos muertos por el pecado, separados de Dios e injustos por naturaleza. Pero también tenemos el remedio de un Salvador que dio su vida en la cruz por el pecador. Indudablemente, esto nos lleva a reconocer la soberanía de Dios en la salvación. Todo es iniciativa de Dios, y sin su iniciativa nadie sería salvos. Pero Dios determinó que esa iniciativa viniera ligada a la predicación del evangelio. Como vemos, el evangelio es predicado correctamente cuando entendemos primeramente la condición real del hombre. Si la iglesia actual entendiera que es el poder del mismo evangelio de Dios(Romanos 1:16), es el que convierte a las almas por medio de la predicación, no ensayaría tantas artimañas anti-bíblicas para atraer a los pecadores. Cuando se empieza a pensar en las luces y el sonido, el cine, los deportes, el entretenimiento, y toda clase de ardides para atraer a los pecadores a Cristo, todo eso parte de un mal entendimiento del diagnóstico del pecado, del remedio que es Cristo, y de la soberanía de Dios en la salvación.

El mensaje del evangelio hoy en día es disminuido, degradado y confundido con técnicas sicológicas en muchas iglesia. Al no entender el diagnóstico del hombre, aplican una mala concepción del evangelio (que en muchos casos se transforma en un falso evangelio que no salva). La teología bíblica es fundamental para combatir la «mala praxis» que se ha enquistado dentro de la iglesia evangélica. Cristo es el remedio, y nosotros somos los grandes pecadores que necesitamos ser curados por su llaga (Isaías 53:5).

Alejandro Riff