¿Debería ser la forma de bautismo una doctrina para separarnos o una cuestión de controversia fundamental?
Debo aclarar que no me estoy refiriendo a la «regeneración bautismal» que cree la Iglesia católica romana o cualquier otra creencia similar errada. Nos referimos a las diferencias del bautismo entre las iglesias evangélicas.
Estoy hablando de cristianos protestantes que por supuesto entienden que el bautismo en agua no es necesario para salvación.
Al ver la redes sociales inundadas de discusiones sobre «si el bautismo es por aspersión o por inmersión» o «paidobautismo vs. credobautismo», me pregunto:
¿Cuál es el provecho de tales discusiones? ¿A qué punto quieren llegar los defensores de un lado y del otro que se enredan en tan acalorados debates?
Pero sobre todo, pregunto: ¿Qué mensaje presentan tales discusiones al mundo incrédulo? ¿Ayuda esto a la extensión del evangelio?
LO RELEVANTE DEL BAUTISMO
Respondió Juan, diciendo a todos: Yo, a la verdad, os bautizo en agua; mas viene quien es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de sus zapatos: él os bautizará en Espíritu Santo y fuego; (Lucas 3:16)
No vamos a decir que el bautismo en agua es un asunto doctrinal sin importancia, pues en Hebreos 6:2 se nos habla de una «doctrina de bautismos», pero no se puede poner a la altura de doctrinas fundamentales tales como la doctrina de la encarnación de Cristo o la Trinidad.
Creo que bautistas y presbiterianos tendrían que tener esta doctrina en su justa medida y no hacer de ella un «becerro de oro». Hay a veces un énfasis desmedido sobre la forma más que sobre lo que representa. Los presbiterianos lo llaman sacramentos y los bautistas ordenanzas. Hay diferencias en su concepto: para los presbiterianos el bautismo de infantes es la entrada a la comunidad del pacto –como la circuncisión en el pueblo judío– y en los bautistas reformados el bautismo testimonio público requerido luego de la conversión cuya inmersión en agua de adultos representa morir al mundo y resucitar a una nueva vida en Cristo.
Estas diferencias que ya existieron en el siglo XVII en las declaraciones de fe reformadas como la de Westminster en 1646 y la Bautista de 1689. No es nada nuevo, tanto bautistas como presbiterianos fundaron iglesias alrededor el mundo.
El problema es que a muchas personas les apasiona defender más la fe de su credo que compartir su fe cristiana con un mundo perdido en pecado. Están más enfocados en la «gran discusión» que en la «gran comisión».
Están al parecer más preocupados que van a hacer con los peces que van a pescar, antes de salir a echar su redes al mar (en el caso que les quede tiempo para pescar algo). Al ver un despertar de la doctrina reformada en América Latina lo cual alegra, pero después ver discusiones –entre los mismos reformados– sobre si en el idioma griego «bautismo» significa sumergir, si los Padres de la Iglesia era aspersionistas, o si los murales de las catacumbas muestras derramamiento de agua sobre la cabeza… es algo que me llena de una profunda decepción. ¿Cómo algunos del pueblo de Dios malgastan su tiempo y crean divisiones con otros hermanos –a veces irreconciliables–?
Juan el bautista dio la importancia del bautismo espiritual. Él reconocía que su bautismo en agua era una realidad inferior respecto a Aquel que haría un verdadero bautismo interior.
Cristo vino, obró la salvación y nos dio el mandato de predicar el evangelio a toda criatura (Mateo 28:19). El corazón regenerado es el bautismo en Espíritu Santo y fuego. Si los creyentes apasionados en debates tendrían como su gran meta predicar a Cristo crucificado, otros serían los frutos de su carácter, palabras y obras.
Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no en sabiduría de palabras, porque no sea hecha vana la cruz de Cristo. (1 Corintios 1:17)
Sabemos que el apóstol Pablo no está menospreciando la doctrina del bautismo, pero sí le está dando el justo lugar antes aquellos que querían «gloriarse en el agua», antes que en el que bautiza en Espíritu Santo y fuego –es decir en Cristo–.
EL EJEMPLO DE LA IGLESIA PRIMITIVA ¿QUEREMOS SEGUIRLO?
Existe uno de los documentos más antiguos conocidos de la iglesia primitiva que fue descubierto en 1873 llamado La Didajé -o La Enseñanza de los doce apóstoles–. La fecha de este documento, según algunos, es antes de la destrucción de Jerusalén del año 70 d.C. Otros lo fechan a mediados del siglo I. Como sea, es uno de los documentos más antiguos que nos esbozan algo de la forma de culto de la iglesia primitiva.
Cuando leí lo que este documento decía en cuanto a la forma de bautismo, no pude evitar sonreír y asombrarme de cuánta simplicidad encierran sus conceptos en cuanto a la forma de bautismo. ¡Santa ironía que fue descubierto en una era posreforma, es decir en el siglo XVIII! ¿Yo me pregunto si luego del descubrimiento de este documento los acalorados defensores de las «formas» tendrían un poco más de mesura considerarlo?
Leamos lo que dice La Didajé en el capítulo VII:
1. En cuanto al bautismo, este es el modo de bautizar: habiendo previamente dicho todo esto, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva.
2. Si no tienes agua viva, bautiza en otra agua. Si no puedes en (agua) fría, (bautiza) en caliente.
3. Si, empero, no tienes ni una ni otra, derrama agua sobre la cabeza tres veces en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
He visto jactarse a cristianos que se han bautizado en un río contra otros que han utilizado una pileta (bautisterio). Otros han condenado que «el agua no debe calentarse» y se bautizan en el hielo –a riesgo de un paro cardíaco-. O el clásico debate: ¿aspersión o inmersión?
¡Hermanos miremos la iglesia primitiva! Ellos valoraban el mandato bíblico del bautismo por encima de la forma. Era una comunidad que se amaba, que se daba en el servicio por los demás, ¡no tenían en mente extender una denominación, sino el evangelio de Cristo!
QUE NUESTRA GLORIA SEA CRISTO, NO EL AGUA
Queridos hermanos:
Ayer, antes de conocer a Cristo, estábamos en este mundo con el barro hasta el cuello. Olíamos mal, nos veíamos mal y éramos enemigos de Dios.
Hoy que somos buen «olor en Cristo» (1Co. 2:15) y fuimos «vestidos de Cristo» en el bautismo espiritual (Gal. 3:26), ¿no tendría que ser este un motivo para humillarnos en el polvo y decir: -La salvación pertenece a Jehová? (Jonás 2:9).
¿Por qué una sencilla confesión de fe tendría que subirse a nuestra cabeza como el vino que embriaga al alcohólico? ¡Luego que nos embriagamos de «orgullo doctrinal» queremos pelear con medio mundo! Por cierto esto no es la forma seguir las pisadas de nuestro Maestro manso y humilde de corazón (Mateo 11:29).
¡Que podamos andar en la vida nueva en Cristo, que amemos a nuestros hermanos que no piensan igual, y que por sobre todo exaltemos a Cristo predicando su evangelio!
¿O no sabéis que todos los que somos bautizados en Cristo Jesús, somos bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él a muerte por el bautismo; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.
(Romanos 6:3-4 RV-SBT)
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