La relación entre aborto y la teoría de la evolución

Indudablemente la «Teoría de la Evolución» ha calado hondo en una sociedad que tiene desprecio por la vida y por el Dios dador de la vida.

La enseñanza pública ha decidido desde hace un siglo desplazar a Dios de la autoría de la vida en alineación con la teoría darwiniana, atribuyendo la existencia de vida actual a «un proceso» (de causas naturales, aunque no explicables). La ciencia atea supone un proceso para la creación vida, pero no puede explicar cómo es que una célula llega a ser más compleja en su desarrollo de formación y replicación del ADN que cualquiera de los smartphones actuales (incluso, lo que los evolucionistas llaman un organismo unicelular primitivo).

La negación de una creación divina con inteligencia y propósito, hace de la vida un mero devenir.

Un conocido periodista argentino (Luis Novaresio) dijo, apoyando la legalización del aborto:

«Pero todos aquellos basados en la ciencia, no en una tradición religiosa, que creemos que la vida comienza cuando el sistema nervioso central está perfeccionado, a la semana 14, no estamos protegidos, y peor, las mujeres están condenadas a la muerte». (…) «La vida es un devenir, un proceso, no es un instante«.

Novaresio, como cualquier hijo del pensamiento evolucionista, cree que la formación del sistema nervioso es lo que determina la identidad de un ser humano, por eso compara un embrión o feto (antes de los 12 meses) con las personas que tienen «muerte cerebral» ¿Acaso no están muertos, dice? Por lo tanto, concluye que el feto no es persona antes de la formación de su cerebro.

Podría refutarse esto diciendo que «un árbol en crecimiento», cuando es un brote verde sin ramas, flores, frutos, ni hojas, sería lo mismo que un árbol muerto, pero no es así. Sabemos que los ecologistas hoy se enfurecerían tanto de la tala de árboles adultos como que si se arrancaran brotes verdes de futuros bosques. El mundo necio sin Dios considera más importante los árboles que los seres humanos. Un árbol en desarrollo se lo considera «árbol», pero no así a un ser humano en desarrollo.

También podría decirse que nadie condena a muerte a ninguna mujer (como argumenta el periodista), pues nadie las obliga a fornicar, adulterar o incluso a engendrar irresponsablemente, para luego deshacerse de ese «ese montón de células» como lo llaman los proabortistas.

El movimiento #niunamenos presenta siempre los «casos de violación» para justificar lo abortos que ellas quisieran hacerse por cualquier otra causa. ¿Por qué no son más sinceras y manifiestan abiertamente su desprecio por la vida, en vez de recurrir al caso extremo para utilizarlo como excusa? Eso es hipocresía.

Así, podríamos seguir con un número indefinido de ironías…

Pero a mi modo de ver, refutar los pensamientos proabortistas desde la lógica no tiene tanta utilidad como presentar los argumentos bíblicos. Aunque la persona se declare atea, que igual se enfrente con la Palabra de Dios que nunca vuelve a Él vacía (Isaías 55:11). Podrán presentarse los argumentos más obvios desde la lógica humana en favor de la vida, pero la Palabra de Dios es infinitamente superior, pues tiene el poder de Quien procede. Los proabortistas deben ser enfrentados con Dios mismo. Se les debe hacer saber que su actitud no solo implica homicidio de seres indefensos, sino que antes que nada es una afrenta a Aquel que creó al hombre a su imagen y semejanza (Génesis 1:26).

Según la Biblia la vida no es «un devenir», sino la creación de «un instante». Dios dijo y fue creado; así comienza el libro de Génesis con una sucesión de hechos espontáneos, que va desde las cosas inanimadas, las plantas, los animales, hasta el hombre . Aún un embrión es un ser humano a los ojos de Dios (Salmos 139:16). La unión de un espermatozoide y un óvulo generan un ente único al instante de su combinación. Es en efecto un ser humano.

Una desafortunada frase más del periodista Luis Novaresio.

«La vida y la muerte son conceptos culturales, no religiosos ni morales, no les impongan a las mujeres esto».

Es obvio que la moral y la religión no son una prioridad en la vida del periodista, pero más allá de eso, decir que «la vida y la muerte son conceptos culturales» es sumamente peligroso. Para la ideología y cultura nazi el judío no era un ser humano, por lo tanto era digno de exterminio; de allí la muerte de 20 millones de personas. Son ellos (los judíos) o nosotros (los alemanes), pensaban los nazis. Hoy el argumento proaborto es:  la vida del bebé o la de las mujeres.

La vida no es un concepto cultural, sino un concepto divino. Dios es el creador de un mundo sin pecado. El ser humano fue y es el responsable de pecar contra su Creador y transformar este mundo en un lugar de muerte. Dios, en su misericordia, envió a su Hijo Jesucristo a morir por pecadores perdidos. Los pecadores que se arrepienten y ponen fe en Jesucristo son recibidos por Dios. Esa reconciliación con Dios (a través de Jesucristo) es lo que establece la paz del corazón, pero un corazón en guerra con su Creador también estará en guerra con su creación, de allí se desprende el espíritu proabortista.

Lo que una persona determina acerca del valor que le asigna a la vida, va en directa proporción con su relación con Jesucristo.

Colosenses 1:16 Porque por él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos y que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean señoríos, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.

El embrión es parte de la creación de Dios, es un ser humano. Y Dios dijo: «No matarás» (Éxodo 20:13).

El proabortista podrá burlarse de esto, y menear su cabeza en señal de desaprobación, diciendo que solo es un conjunto de células, pero inexorablemente Jesucristo será un día su Juez.

… y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio. (2 Pedro 2:9)

Alejandro Riff