¿Es la «doctrina reformada» una denominación?

¿Es la «doctrina reformada» una denominación?

Hoy se suele suponer que al  identificarse con cierta doctrina de la Reforma del siglo XVI uno pertenece a un grupo llamado «denominación reformada», pero no es así. Que el 31 de octubre de 1517 Martín Lutero haya clavado sus «95 Tesis» en la abadía de Wittenberg, no significa que haya iniciado una denominación (ni siquiera la luterana, ya que según él, detestaba que la gente se llamara por su nombre). Inició, sí, un movimiento histórico de reforma de la iglesia, aunque si lo vemos objetivamente, no es una reforma a la iglesia católica romana, sino más bien una separación de ella.

Visto desde el otro lado de la vereda, la Reforma sería la continuación de iglesia cristiana histórica que cree en la salvación por la fe sola, el versículo preferido de Lutero: «el justo por la fe vivirá. Romanos 1:17). A esta «Sola Fide» (sola fe) se le suman las cuatro solas de la Reforma: Solus Christus, Sola Scriptura, Sola Gratia, Soli Deo Gloria«.

Durante el siglo XVI y XVII fueron surgiendo diferentes confesiones de fe para poner en claro lo que creía la Reforma (1561 Confesión Belga, 1646 Westminster, 1689 la 2da confesión Bautista etc.). Aunque coincidían en muchos puntos (en especial la soteriología), diferían en otros. Por ejemplo, las diferencias en cuanto a la forma de bautismo (o su interpretación) o el gobierno de la iglesia, surgieron los presbiterianos  y los bautistas.

Podemos decir que la «doctrina reformada» no es una denominación en sí, pero que sí han surgido en el siglo XVI y XVII (y la post-reforma) denominaciones históricas. Estas denominaciones se originaron de dos fuentes, ya sea por una corriente especial de doctrina, o por identificarse con el ideal de algún hombre, (cuyo apellido suele ser el nombre denominacional muchas veces).

En un principio no era así…

Al principio de la Reforma, la idea no era fundar denominaciones, sino poner en orden doctrinal y en prácticas la única Iglesia universal o «católica» (que significa eso mismo), ¡la iglesia del Señor Jesucristo! La Reforma reconoció la supremacía de Cristo, el sumo sacerdote, la cabeza de la iglesia, en contraste con la centralizada iglesia católica con su «Papa» y clero dominante (mezclados la mayoría de las veces con el Estado en los diferentes países europeos.

¿Por qué entonces surgieron las denominaciones si hay «un solo Cristo» y una «sola Escritura»? No podemos concluir que el Espíritu Santo guíe a dos verdades diferentes en mismos asuntos espirituales. Solo nos queda reconocer con humillación delante del Señor que nosotros, aún pecadores imperfectos (aunque salvados por Cristo), dimos origen a las denominaciones.

Algo así como dice Jesús acerca de la «carta de divorcio y los tiempos de Moisés» (Mateo 19:8), lo cual, analógicamente podemos decir: «Por la dureza de vuestro corazón se formaron denominaciones… pero en un principio no fue así«.

Así como la idea del matrimonio en Génesis era monógama, y para toda la vida, la única esposa de Cristo no debería estar dividida en diferentes categorías o denominaciones. Pero el problema está, ¿qué hacemos? Bueno, tampoco aquí la misma iglesia del Señor se pone de acuerdo: ¿Combatimos las denominaciones? ¿Las fomentamos? ¿Las perpetuamos? Algunos concluyen: ¡seamos no-denominacionales!. Pero he conocido en mi vida gente que se define como no-denominacional (debo admitir que me gusta la idea), pero también he comprobado que esto se puede esgrimir con tanto fanatismo y orgullo que el remedio viene ser peor que la enfermedad. O sea creamos una denominación «no-denominacional,» que en los papeles dice una cosa, pero en la práctica es mas celosa y elitista que una denominación misma.

Nuestra tendencia carnal

Como sea, todos sabemos muy bien que la tendencia de nuestro carne es decir: «Yo soy de Pablo, yo de Apolos, yo de Cefas» (1 Corintios 1:12). Incluso aquel que dice: «Yo soy de Cristo» puede hacerlo en sentido de menosprecio a otros verdaderos hermanos: «Veis que yo soy más espiritual vosotros…«. No sé, parece que a veces los cristianos tenemos más ingenio para la división que para la unidad. Debemos clamar al Señor para tener un visión objetiva de la iglesia. Esto no es bajar «la guardia doctrinal» para aceptar cualquier error, como tampoco es una invitación a la oración del fariseo: ¡Gracias Señor que no soy como el resto de las otras denominaciones! Es fácil caer en los extremos.

Soy un convencido de la doctrina reformada, de la doctrina histórica, de la doctrina apostólica, de la doctrina de Cristo. Dando pasos hacia atrás, me gustaría estar parado, más que en una posición en particular, sobre el «fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Jesucristo la piedra principal del ángulo» (Efesios 2:20). Alguien que me conoce me dirá: ¡Un momento! ¿No eres bautista de la confesión de 1689? Sí respondo, pero aún no me han hecho la camiseta. Es una ironía que uso para decir que no soy denominacional en el sentido partidista.

Con todo esto voy a que, está bueno que la iglesia tenga una confesión de fe histórica, digamos «reformada», calvinista y otros aditamentos. Pero me gustaría mucho más que los cristianos hicieran un uso moderado de sus posiciones, y que en la relación fraterna brille más Cristo y la Santa Palabra de Dios. Cristo es la piedra preciosa y escogida (1 Pedro 2:6) y es lo único en lo que no seré avergonzado al depositar mi fe (en lo demás puedo avergonzarme muchas veces). Quiera Dios que nuestra convicciones doctrinales puedan ser mostradas en mansedumbre. No podemos reformar la iglesia a martillazo limpio, sino más bien con la paciencia de un escultor. Hay un pequeño salto emocional de la vehemencia a la demencia.

No se puede conformar a todo el mundo, y no creo que la idea sea esa. Debemos agradar al Señor Jesucristo. Si algo aprendemos de Apocalipsis 3 es que el Señor trata con las iglesias locales independientemente. También en el día del juicio estaremos antes nuestro Juez de forma independiente, más allá de la denominación a la que hayamos podido pertenecer o corriente doctrinal con la cual nos hayamos identificado.

Doctrina correcta requiere actitud correcta

No tengo una fórmula, puedes discrepar conmigo, pero los siguientes puntos me parecen importantes a la hora de tener una teología reformada y la actitud a mostrar con otros cristianos y sobre todo con la lealtad a Cristo.

  1. No impongas tu teología a otros, predica teológicamente de manera correcta y con el ejemplo.
  2. No trates de combatir todas las «herejías» del mundo, céntrate en la pureza de tu iglesia local, familiar y personal.
  3. Si te identificas con una confesión de fe en particular, no la agites como una bandera partidista, úsala como un resumen conveniente para demostrar con la Escritura lo que tú y tu iglesia creen.
  4. Ten comunión con verdaderos cristianos, aunque difieran en algún punto contigo, sin comprometer tus bases doctrinales (es una línea que cada cual debe trazar con la sabiduría del Señor).
  5. Mantente humilde, no trates de demostrar nada ante los demás, ni la ortodoxia, ni el tamaño de tu iglesia, ni siquiera de por qué «son los mejores». Nuestra carrera no termina hasta que estemos ante Aquel que puede llegar a decir:

 

 Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel,

sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor.

(Mateo 5:21)

 

Alejandro Riff