¿De verdad sirves a un Dios vivo y verdadero?

¿De verdad sirves a un Dios vivo y verdadero?

 

1ra Tesalonicenses 1:9 … y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero.

Servir a Dios no quiere decir que debas dejar de trabajar, estudiar o los deberes domésticos para pasar “todos los días en un ministerio cristiano”. Mucha gente descuida a su familia, su trabajo y responsabilidades esenciales para llevar una vida de iglesia y de esta forma dicen: “Ahora sí estoy sirviendo a Dios”. De hecho, muchas iglesias se la ingenian para mantener a la gente entretenida dándoles “mini-responsabilidades” (si le damos algo que hacer… se mantendrán en el camino del Señor piensan). A quien no le dan un escobillón para barrer le dan una guitarra para tocar. Arreglar las luces, pintar la iglesia, u ordenar el mobiliario pueden ser tareas nobles si se hacen como para el Señor y de corazón (son tareas necesarias). Pero si el servicio a Dios pasa sólo por «engancharme en actividades» allí hay un grave problema espiritual y de autoengaño. La gente del mundo ha inventado algo llamado «terapia ocupacional». Es decir, son actividades que se les da a una persona con fines terapéuticos y que a largo plazo mejora la salud mental y física. No tengo nada en contra de la terapia ocupacional, pero en el servicio al Señor Jesucristo debe exigir un estándar más elevado que la sicología de este mundo.

¿Por qué hay pocos cristianos que sirven a Dios sinceramente? ¿Por qué en las iglesias los que están comprometidos con Cristo (no con el pastor) no son muy frecuentes? La cuestión pasa por la idolatría que todos traemos en nuestra naturaleza caída.  Si somos verdaderos convertidos al evangelio se supone que hemos abandonado los ídolos de este mundo para servir al Dios vivo y verdadero. El Espíritu Santo que mora en el corazón del creyente lo impulsa a la consagración. Pero puede haber períodos en el creyente donde la idolatría nuevamente resurge. El trabajo se convierte en un ídolo, el ocio se convierte también en un ídolo. La salida con amigos se convierte en un ídolo, así como la familia se convierte en un ídolo. El estudio como la holgazanería se convierten en un ídolo. ¿Cómo sabemos que esto ha pasado? Cuando el Dios vivo y verdadero ha ocupado el último lugar de nuestra agenda de idolatrías… esto ha sucedido. Dios es celoso y dice: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Éxodo 20:3). Si Dios no es nuestro Dios vivo y verdadero, entonces somos idólatras. Podemos cambiar nuestra idolatría de servir al mundo por actividades de iglesia, pero seguirá siendo idolatría, ya que estamos pensando en nosotros y no en la gloria Dios. Creo que haríamos cualquier cosa para ser admirados (incluso predicar en un púlpito) y eso seguiría siendo idolatría (aunque al parecer tenga relación con Dios).

Cuando sirves al Dios vivo y verdadero, ese Dios estará presente en cada momento de tu vida. Al levantarte, al ir al trabajo, estando en casa, o entre amigos, tu carácter de hijo de Dios se manifestará. Vivimos en una sociedad que idolatra el dinero, el sexo, el poder, y el orgullo. Un hijo o una hija de Dios resplandecen fácilmente como luminares en este mundo de oscuridad (Filipenses 2:15). Cuando un creyente está centrado en Dios, está centrado en el evangelio. Cuando estamos centrado en el evangelio el deseo de servir en nuestra iglesia local viene de forma natural. Cuando tu Dios es una realidad cada día de nuestra vida (de forma viva y verdadera), percibimos su amor, amamos su Palabra, y nuestro corazón rebosa de alegría amando también a nuestros hermanos en Cristo. Cuando vivimos en nuestras idolatrías ya es un sacrificio orar, leer la Biblia o ir a los cultos. La vida espiritual se torna en una pesada carreta que tratamos de empujar. Esto sucede cuando no ponemos a Dios delante nuestro. La idolatría gana la batalla…

Renovemos hoy nuestra consagración a Dios. No servirmos a un dios muerto sino a un Dios vivo, pues Cristo murió por nuestros pecados dando su vida en la cruz pero resucitando al tercer día. No servimos a un dios falso sino a uno Verdadero que tiene palabras de vida eterna. Cristo tiene que ser el centro de nuestra vida. Vayamos en oración en este día solicitando que él derribe los ídolos de nuestro corazón empezando por el principal, que somos nosotros mismos. Que la cálida presencia de Dios inunde nuestro apático ser, entonces podremos experimentar y decir: ¡Estoy vivo, porque sirvo a un Dios vivo y verdadero!

Salmos 2:11 Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor.

 

Alejandro Riff