Tener una mala teología en una iglesia se traduce en vidas que no están centradas en Dios. Cuando una iglesia no tiene como centro la Palabra de Dios, sino «otro tipo» de repertorios, es de esperar que sus miembros no tengan como prioridad la santificación y el seguir a Cristo en fidelidad.
Pero, ¿qué tal si se asiste a una iglesia sana en doctrina? ¿Se podría decir que la teología (lo que se recibe de la Biblia) va en consonancia con un crecimiento y madurez de la vida espiritual? ¿Casados, están reflejando sus matrimonios la relación de Cristo y la iglesia? (Efesios 5:25). ¿Solteros, se están ocupando de las cosas del Señor libres de otros compromisos mayores? (1 Corintios 7:32).
Si la teología no está conectando con la vida diaria, aquí van tres consejos de qué puede estar pasando.
1- Incredulidad
¡Pero no se es incrédulo!, se podría decir. Mire, se puede haber creído en Cristo como Salvador, pero quizá se quedó solo con la fe del inicio y se olvidó de que «el justo por la fe vivirá». Quizá no se tenga en cuenta que las palabras sanas que se reciben en la iglesia deben llevar a un examen personal y a buenas tomas de decisiones o renuncias de pecados. Este fue el problema de los israelitas; ellos tenían los mejores «predicadores» (o profetas) de parte de Dios, pero su error fue que «no les aprovechó la palabra oída, no habiendo sido mezclada con fe» (Hebreos 4:2). Se pueden oír sermones excelentes, como si el mismo apóstol Pablo estuviera en la iglesia, y, sin embargo, llevar una vida espiritual mediocre que no se diferencia demasiado de la de los incrédulos. El problema es el corazón endurecido que no cree lo que Dios dice u ordena. Por eso no se obedece. La obediencia es el fruto de la fe en Cristo. ¡Aparte de creer en Él, se debe creerle a Él!
2- Falta de devoción
¿Es familiar la palabra «devocional»? Bien, se supone que cada día se aparte un tiempo especial para orar y leer la Biblia (junto a otros buenos libros cristianos). Hacer esto predispone el corazón como la tierra labrada que va a recibir la semilla que se introducirá en sus surcos para luego germinar y dar fruto. Puede ser que la falta de devoción privada en la semana haga que la semilla de la Palabra que se da cada domingo, o en cada estudio bíblico, rebote en la dura superficie de un corazón que no está «ejercitado en la piedad» (1 Timoteo 4:7). ¡No se debe descuidar la comunión diaria con Dios!
3- La vorágine diaria y la ansiedad
Si se es creyente, el mundo no crecerá dentro como los espinos que «ahogan» la semilla y se hace infructuosa (Mateo 13:22; parábola del sembrador). Pero quizá el corazón se esté cargando día a día con «los afanes de esta vida» (Lucas 21:34) a tal punto que no se tiene tiempo de meditar en la Palabra recibida. ¿Se recuerdan las últimas tres predicaciones de los últimos domingos? ¿En qué ayudaron los últimos estudios bíblicos que hizo la iglesia? Muy bien, se sentó, se escuchó, se saludó a los hermanos y se volvió a casa de nuevo a la vorágine, sin cultivar la semilla de Verdad en el corazón. A menudo se arranca el lunes olvidando toda la exhortación o aliento bíblico recibido el día anterior. La Biblia dice: «medita en tu camino» (Hageo 1:7). Que las ansiedades no dominen, se debe elevar en esos momentos el corazón a Dios en busca de auxilio. ¡Se debe recordar a la propia alma (como hace frecuentemente el salmista) la Palabra de Dios!
Conclusión
Si se pertenece a una iglesia bíblica sana, se debe ser agradecido con Dios del privilegio de recibir buen alimento y ser cuidado espiritualmente. Mientras otras almas son «tratadas como mercadería» por predicadores avaros (2 Pedro 2:3) se está siendo tratado como una oveja del Señor. ¿No son estas algunas de las razones de gratitud al Señor para conectar Su enseñanza con la vida diaria?
Santiago 1:23 Porque si alguno es oidor de la palabra y no hacedor, este es semejante a un hombre que considera en un espejo su rostro natural. 24 Porque él se considera a sí mismo y se va, y luego se olvida cómo era. 25 Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.
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