Hoy en día, muchos cristianos evangélicos ven al pueblo judío como una nación creyente, principalmente por su conexión con el Antiguo Testamento y el plan de Dios. Sin embargo, esto pasa por alto un punto esencial: los judíos rechazaron y siguen rechazando a Jesús como el Mesías prometido. Idealizar la bandera judía, la estrella de David y otros símbolos es olvidar que no representan la fe en Cristo, sino un sistema religioso que ha rechazado al Salvador. Este tipo de apoyo simbólico distorsiona la evangelización. En vez de enfrentar la realidad de su necesidad de Cristo, muchos prefieren endulzar la relación, sin la urgencia de proclamarles el evangelio.
La incomprensión del pueblo judío sobre Jesús no se debe a ignorancia de las Escrituras, sino a una interpretación distorsionada que los ha llevado a rechazar al Mesías. Como dice Pablo, un «velo» permanece sobre sus corazones, impidiéndoles ver a Jesús como el cumplimiento pleno de las promesas divinas: «Pero los sentidos de ellos se embotaron, porque hasta el día de hoy les queda el mismo velo no descubierto en la lectura del antiguo pacto, el cual por Cristo es quitado. Pero hasta el día de hoy, cuando es leído Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos» (2 Cor. 3:14-15, RV-SBT).
A continuación, veremos cuatro aspectos fundamentales sobre esta visión errónea del Mesías:
- Un Mesías Solamente Nacional
Los judíos esperaban un Mesías que liberara a Israel de sus opresores políticos y restaurara su autonomía nacional. Esta visión estaba limitada, centrada solo en Israel, cuando el plan de Dios siempre fue mundial. Jesús mismo dijo: «mi reino no es de este mundo» (Juan 18:36). Al ver al Mesías solo como un liberador político, el pueblo perdió de vista que la promesa incluía redimir a gente de «toda tribu, lengua, pueblo y nación» (Apoc. 5:9). Un reino espiritual y universal no se ajustaba a su expectativa de restauración política inmediata.
- Un Mesías Solo Reinante y No Sufriente
Para el judaísmo, un Mesías glorioso que reinara con poder sobre todas las naciones era una expectativa fija. La idea de un Mesías que sufriera y muriera les resultaba inaceptable. Sin embargo, las Escrituras están llenas de profecías de un siervo sufriente, como Isaías 53, que hablaba de llevar las iniquidades de muchos. Para ellos, un Mesías sufriente era una debilidad, pero, en realidad, era la mayor demostración del amor y justicia de Dios: «Mas él herido fue por nuestras rebeliones» (Isa. 53:5). En la cruz, Cristo mostró su reinado al cumplir perfectamente el propósito del Padre.
- Un Mesías Terrenal Más Que Espiritual
El pueblo esperaba un Mesías que trajera paz y prosperidad física. Deseaban un reino visible que les diera seguridad en su contexto inmediato. Pero el propósito de Jesús era establecer un reino espiritual y transformar los corazones, reconciliando a los hombres con Dios. Él vino para «dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28). Este enfoque espiritual no cumplía las expectativas de una intervención política y económica, y así, perdieron de vista la verdadera misión del Mesías.
- Un Mesías Humano Más Que Divino
El judaísmo esperaba un líder humano extraordinario, pero no necesariamente divino. Rechazar la naturaleza divina de Jesús anulaba la profundidad de su misión redentora. Las Escrituras hablaban de un Mesías eterno, como en Miqueas 5:2 («cuyas salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad»). Solo un Dios encarnado podía llevar el pecado del mundo. Jesús fue «Dios con nosotros» (Mateo 1:23), algo que los judíos no podían aceptar porque implicaba reconocer su necesidad de un Redentor divino, no solo de un líder humano.
Conclusión
La visión de los judíos sobre el Mesías fue distorsionada por el orgullo nacionalista y una lectura sesgada de las Escrituras. Al desestimar el plan de Dios y rechazar a Jesús, perdieron el verdadero propósito del Mesías: reconciliar al hombre con Dios. Como dice Pablo, solo en Cristo se quita ese «velo» que bloquea el entendimiento. Jesús es el Mesías prometido no solo para Israel, sino para el mundo entero.
Es fundamental que los cristianos evangélicos tengan una visión clara de Israel hoy. Solo así podrán cumplir con la Gran Comisión hacia ellos. Más allá de posturas escatológicas, lo cierto es que, desde una perspectiva reformada, Israel necesita ser evangelizado hoy, tal como cualquier grupo que no conoce a Cristo. La verdadera comprensión del Redentor solo es posible cuando Dios, en su soberanía, abre los ojos del corazón y revela a Cristo como el único Salvado
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