¡Unido a Él no moriré!

¡Unido a Él no moriré!

 

He aquí el Cordero Redentor
Quién al morir resucitó
El inmutable gran Yo Soy
El Rey de gloria y majestad
Unido a Él no moriré
Pues con Su sangre me compró
Mi vida escondida está
En Cristo Dios, mi Salvador

Siempre me llena de emoción cantar esta estrofa del himno «Ante el trono celestial«, especialmente la línea «unido a Él no moriré» que me recuerda una de las verdades esenciales del evangelio contenidas en 1 Juan 5:11-12. (RV-SBT)

11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. 12 El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.

Para entender mejor el escrito inspirado del apóstol Juan debemos tener en cuenta el marco histórico y cuáles eran las luchas teológicas de ese tiempo. Juan, (y la iglesia del primer siglo), tenían el problema de luchar contra una corriente filosófica llama gnosticismo. La influencia de la filosofía griega era una fuerte presión para aquellos que se iniciaban en conocer las verdades del evangelio. Justamente esta filosofía gnóstica (entre sus muchas variantes) confinaba la salvación a aquellos «iluminados» que alcanzaban un conocimiento secreto. Aparte de distorsionar la doctrina de la encarnación de Cristo, el sistema se basaba en que la vida eterna podía adquirirse por medio de un conocimiento específico de doctrinas secretas, ocultas al entendimiento del hombre común, y que solo aquellos que perseveraban en poseer este conocimiento podían salvarse.

Durante toda su primera carta el apóstol Juan parece luchar contra esta corriente errada y en los versículos mencionados declara esta verdad: La vida eterna está unida a Cristo. Juan refutaba a la filosofía griega de su tiempo diciendo que no es un sistemas de doctrinas secretas lo que salva, sino la relación personal con Jesús, el Hijo de Dios a través de la fe: ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Juan 5:5).

Si bien el evangelio es un mensaje racional que nos muestra quién es el santo y justo Dios, el hombre pecador y el Salvador enviado al mundo, el mensaje es más que un conocimiento de algo, es la obra del Espíritu Santo en el corazón del pecador para darle arrepentimiento y fe. La salvación, según la Biblia, no solo involucra el conocimiento del evangelio, sino la transformación del ser por medio del evangelio. No es tanto en sí que la persona recibió «vida eterna» (como quien recibe una pócima mágica), sino que la persona queda «unida a Cristo» por medio de un nuevo nacimiento espiritual, y de esta unión ahora tiene la vida eterna.

Hoy en día, algunas personas presentan algo de la misma confusión gnóstica del pasado. Si le preguntas si son salvos te dicen: «Por supuesto, conozco el plan de Dios en Jesús«, pero su vida da pocas evidencias de estar unida a Cristo ya que no se muestra nada del carácter de Él.  Antes bien, muchas veces demuestran que su vida está más unida al mundo de pecado que a la santidad del Salvador. Basan su salvación en que «conocen algo correcto» y piensan que un conocimiento de Jesús puede salvarlos independientemente de estar unidos a Jesús. No es lo mismo saber acerca de Jesús que conocer a Jesús mismo, eso hace toda la diferencia.

El mismo apóstol, en su evangelio, recuerda las palabras de Jesucristo de que la salvación es un estado de relación con su propia persona:

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. (Juan 15:4).

Es evidente que los verdaderos cristianos fructificarán ya que están unidos a la vid; es decir están en Cristo y Él en ellos (el que tiene al Hijo tiene la vida). Pero los incrédulos no pueden llevar fruto por su falta de unión con Cristo. Su relación acerca del Hijo, muchas veces no pasa de ser un conocimiento gnóstico que no salva. No poseen una relación vital con Jesucristo.

Estimado amigo/a:

¿Tienes vida eterna? ¿Esta es producto de estar unido/a a Cristo? ¿Puedes marcar una etapa de tu vida en que empezaste a tener realmente la vida de Cristo ? ¿Hay evidencias en tu vida de un arrepentimiento genuino del pecado y un amor hacia Dios y sus hijos? ¿Entiendes la diferencia entre el mundo de pecado y la vida de santidad en Cristo? Todos estos temas son los que el apóstol Juan trata en su carta, la cual escribió para que los verdaderos creyentes estén seguros de su salvación, y los incrédulos (aunque religiosos) procedan a la verdadera fe Jesús y se salven.

Si tu esperanza de vida eterna estaba solo fundada en un conocimiento y no en la experiencia espiritual de tener a Cristo en tu ser, te invito a que vayas hoy a los pies de Cristo para rendirle no solo parte de tu mente, o intelecto, sino todo lo que eres sin reservas ni objeciones. Reconócelo como el Hijo de Dios el cual  imparte vida a pecadores como tú y yo. Y juntos podremos cantar con toda seguridad: ¡Unido a Él no moriré!

 

Alejandro Riff