¿Cómo debe ser la ofrenda en la iglesia según la Biblia?
Quizá muchas veces la gente piense que al hablar en contra del «falso evangelio de la prosperidad», los creyentes reformados no tienen posición alguna sobre la ofrenda en la iglesia. Pero no es así. No estamos en contra de la ofrenda, sino en contra del mensaje que lleva a la gente a dar con una ambición materialista, o que pretende comprar la gracia de Dios con dinero (Hechos 8:20).
¿Cómo debería ser la ofrenda en la iglesia según la Biblia? Esta es una breve reseña, con el deseo de que sirva para tener una idea cabal y a la vez necesaria sobre la ofrenda en la iglesia local.
Vayamos un momento al siglo XVI (el siglo de la Reforma)
Sabemos que una de las reacciones de los reformadores fue condenar la venta de indulgencias por parte de la iglesia católica. El engaño consistía en hacer creer que la gente podía «comprar el perdón de los pecados» con dinero. El problema principal no era solamente el enriquecimiento ilícito, sino la negación de la «sola gracia» de Dios y la salvación por la «sola fe» en la persona y obra de Cristo en la cruz. El ataque no era simplemente al bolsillo de las personas, sino al mismo evangelio.
Hoy se sufre algo similar dentro de ciertos sectores de la iglesia evangélica, donde se enseña que para recibir las bendiciones de Dios hay que pactar, diezmar o dar primicias. La salvación del creyente ha sido por gracia, y la vida del creyente también es por gracia. Por lo tanto, no usamos las ofrendas para condicionar a Dios a bendecirnos.
Juan Calvino entendió que, si bien la iglesia católica había pervertido el concepto de la ofrenda (entre muchas otras cosas), en ningún momento abolió ni desestimó la práctica de la ofrenda en la iglesia local, sino todo lo contrario. Calvino dispuso que la ofrenda se realizara al final del culto, como una muestra de gratitud de cada creyente a Dios. También entendía que era una manera de mostrar la gracia de Dios a quienes estaban en necesidad. El encuentro con Cristo en la Santa Cena debía continuar en el mundo mediante la ayuda al prójimo.
La ofrenda cambió de sentido: en lugar de comprar la gracia de Dios y otros favores de la iglesia, las iglesias reformadas enseñaban a ofrendar como expresión de gratitud por la gracia y la abundancia recibida de parte del Señor. (Instituto Bíblico Reformado, Gary William Van Veen)
Así, la ofrenda quedaba al final del culto y se realizaba de forma voluntaria (2 Corintios 9:7), como un acto de puro agradecimiento al Señor luego de recibir las bendiciones espirituales. ¿Vemos el orden? Hoy se proclama: «Tienes que dar para recibir» (motivación interesada y ambiciosa), pero el principio de la iglesia reformada fue: «Das tu ofrenda porque ya fuiste bendecido» (gratitud).
¿Cómo podemos hacerlo bien?
Cada iglesia puede elegir la mejor manera de recolectar las ofrendas. Algunas pasan el plato o el bonete; otras utilizan una caja tipo urna en algún lugar del recinto para que los creyentes depositen allí sus ofrendas de manera anónima (esta es mi preferencia).
En lo personal, como bautista confesional de la 1689, no encuentro en nuestra confesión la obligatoriedad del diezmo, pero sí encuentro en la Escritura, como enseñó el apóstol Pablo respecto a «la colecta para los santos», lo siguiente:
«Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros ponga aparte algo, guardándolo, según Dios lo haya prosperado, para que cuando yo llegue, no se hagan entonces colectas» (1 Corintios 16:2, RV-SBT).
El concepto bíblico es «apartar algo para el Señor». ¿Qué porcentaje? Dice: según haya prosperado. Pero esto puede resultar vago si depende de la interpretación personal. El creyente que trabaja debería proponerse dar un porcentaje mensual para el sostenimiento de la obra. ¿Puede dar el diezmo? Puede, si lo desea. Tampoco hay nada que le impida dar el 11%. Lo importante es que la mentalidad piadosa sea: «¿cuál es el máximo que puedo dar por gracia?», y no: «¿cuál es el mínimo que puedo dar para cumplir con una regla externa?»
Sé que este tema genera distintas posturas, pero lo esencial es entender que hay una enseñanza bíblica sobre dar, y su fin es ayudar a los necesitados y contribuir a la expansión del evangelio.
Sostenimiento pastoral
La obligación primaria de la iglesia local es sostener económicamente a sus pastores; esto es un mandato del Señor.
«Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio» (1 Corintios 9:14, RV-SBT).
Esto no implica enriquecimiento, sino un sustento digno. También hay que entender que no se trata de hacer caridad con los pastores, ni es algo opcional. Pablo lo llama un derecho. Es verdad que, en algunas iglesias, él no usó ese derecho, por razones misioneras, pero no dejó de afirmar que el pastor tiene derecho a vivir del evangelio:
«Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes? ¿O lo dice enteramente por nosotros? Pues por causa de nosotros está escrito; porque con esperanza ha de arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto. Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material?» (1 Corintios 9:9-11).
Otro mandato claro de las Escrituras es el sostenimiento material de aquellos que enseñan fielmente la Palabra de Dios. En Gálatas 6:6 el apóstol Pablo exhorta: «El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye». Este principio establece una obligación espiritual, no opcional, para con los ministros del Evangelio. El comentarista bautista reformado del siglo XVII, John Gill, explica en cuanto al pasaje de Gálatas:
«Aquellos que están bajo su enseñanza deben contribuir con sus bienes materiales para su sustento digno y honroso; pues, dado que ellos dedican su tiempo y ponen en uso sus talentos, dones y capacidades para la instrucción espiritual de los demás, es justo —y no es cosa tan grande— que participen de los bienes temporales de quienes se benefician espiritualmente».
Esta práctica no busca enriquecer a los pastores ni hacer de ellos señores, sino proveerles lo necesario para que puedan ocuparse con libertad y diligencia en la enseñanza, la exhortación y la guía del pueblo de Dios, sin las cargas propias del afán secular. Es, en definitiva, un acto de obediencia al Señor y de gratitud por el alimento espiritual recibido. Cuando una iglesia sostiene con fidelidad a sus pastores, demuestra que valora la Palabra y honra al Señor que los ha llamado.
Algunas recomendaciones finales acerca de la ofrenda
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Las ofrendas voluntarias, al ser un acto de agradecimiento al Señor, se esperan de los creyentes, es decir, de aquellos que comprenden el evangelio. No impedimos que una persona nueva dé, pero es preferible que lo haga con entendimiento bíblico previo.
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Hay que fomentar la práctica de «apartar algo» semanalmente (1 Corintios 16:2). Es un asunto de conciencia entre el creyente y el Señor, pero debe hacerse con una visión misionera, pastoral y de ayuda a otros hermanos.
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Dios ama al dador alegre (2 Corintios 9:7), no al que da por obligación.
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Cada iglesia puede disponer de una urna. Pueden usarse sobres blancos sin marcar para mantener el anonimato (ver Mateo 6:3), aunque también puede hacerse sin sobre.
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Siguiendo el ejemplo de la iglesia primitiva, la ofrenda puede hacerse el primer día de la semana (domingo), preferentemente antes o después del culto, como muestra de gratitud al Señor.
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También pueden realizarse ofrendas especiales para misiones o ayuda a otras iglesias o hermanos.
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El dinero debe ser administrado por los diáconos (si la iglesia está constituida), o por un tesorero designado, para que los pastores no estén involucrados directamente en el manejo de fondos y evitar así toda sospecha.
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Los encargados deben rendir cuentas regularmente a la congregación. En iglesias constituidas, se recomienda llevar un registro formal de ingresos y egresos.
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Para gastos menores, los líderes pueden decidir el uso del dinero; para gastos mayores, se debe tratar en asamblea.
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Si la iglesia crece y las ofrendas aumentan, puede abrirse una cuenta bancaria a nombre de la iglesia. Para manejar fondos grandes (como compra de propiedad), conviene tener personería jurídica.
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Siempre debe haber rendición de cuentas pública y transparente.
Conclusión
Muchas iglesias sanas en doctrina, en su intento de huir del falso evangelio de la prosperidad, han caído en el error opuesto: no enseñar nada sobre las ofrendas para no incomodar. Por otro lado, algunos creyentes que han abrazado la sana doctrina han dejado de considerar el tema de la ofrenda bíblica. Son dos extremos que debemos evitar. No olvidemos que muchos que están en el error dan generosamente, aunque movidos por la avaricia. ¿No debería un entendimiento correcto del evangelio llevarnos a ser aún más generosos con el Señor?
¡Recordemos cómo funcionaba esto en la iglesia primitiva!
«Y todos los que creían estaban juntos; y tenían todas las cosas en común; y vendían las posesiones y los bienes, y lo repartían a todos según la necesidad que tenía cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y con sencillez de corazón» (Hechos 2:44-46, RV-SBT).
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