ia antropologia biblica

Qué dice la antropología bíblica sobre la IA

Este artículo está dirigido a cristianos. Por confiar en Dios y en su Palabra, la Biblia, somos los únicos capaces de tener una comprensión correcta de la existencia. Las religiones falsas y la ciencia atea solo contribuyen a presentar modelos distorsionados de la vida espiritual y material. Me temo que muchos cristianos no están definiendo bien qué es la inteligencia artificial (IA), debido a la influencia del mundo, en vez de fijarse en la Biblia. Voy a explicar qué es la inteligencia artificial de manera simple y bíblica.

¿Pude llegar la IA a tener conciencia de sí misma?

La respuesta contundente es no: eso nunca pasará. Dios creó al ser humano a su propia imagen (Génesis 1:27). Sopló para dar espíritu al muñeco de barro, y esto lo diferenció a Adán de los animales. Adán y Eva no solo tenían inteligencia, sino libre albedrío, conciencia de sí mismos y conciencia de quién es Dios. Esto es porque Dios los dotó de un espíritu. Al pecar, el hombre se separó espiritualmente de Dios, y su libre albedrío quedó esclavo del pecado (Romanos 7:23), y responde a esa ley de maldad.

Si lo presentamos en términos técnicos, el hombre podría compararse con un hardware (su cuerpo) y un software (su espíritu); pero en este caso, es mucho más que un software: tiene capacidad de sentir, soñar, tener vida interior, etc. Tiene felicidad, ira o tristeza. Esa característica de ser espiritual se la ha dado Dios. En la creación original fue hecho de manera perfecta, ahora afectada por el pecado y con necesidad de redención por la obra de Cristo.

En cambio, la inteligencia artificial tiene un hardware (digamos cables y transistores para soportar el sistema binario, y en un futuro cercano será un sistema cuántico). También tiene un software que puede aprender y debe ser entrenado por medio de humanos. Las decisiones que toma son instrucciones de su programación. No es un ser con libre albedrío, es una máquina creada a la imagen mental del hombre y superior solo en materia de cálculo, no en las cualidades espirituales del ser humano, ya que no existen. Todo lo que hace para parecer humano es por imitación, nada más. No hay una conciencia en esos cables y transistores, porque no tiene espíritu, sino solo un software avanzado que, en vez de recibir instrucciones por código, las recibe en lenguaje humano.

Se ha descubierto que las consultas que se le hacen son más efectivas y gastan menos energía de red cuando son directas y claras. Si te enojas con la IA, los datos que entrega son menos exactos; si la tratas con empatía, gasta más recursos en brindar muchas respuestas y es menos efectiva. Las instrucciones exactas se llaman prompts, y hay personas que se dedican profesionalmente a eso, porque sencillamente la máquina requiere programación, no tus emociones.

El error del pensamiento evolutivo

Como la evolución sostiene el principio erróneo de la vida sin Dios, ha propuesto que los seres existen por creación espontánea o abiogénesis, tema que no trataremos ahora. Pero si se le pregunta por qué el hombre tiene conciencia y los animales no, ellos ya tienen un argumento. Gerald Edelman fue un neurocientífico estadounidense que desarrolló la teoría del «Darwinismo Neural» (Neural Darwinism) para explicar cómo surge la conciencia a partir de la actividad cerebral (según sus principios evolutivos).

Decir que la IA puede adquirir conciencia proviene del mismo razonamiento evolutivo: que a mayor capacidad, más probabilidad hay de desarrollar autoconciencia. También se atribuye a que en algún momento ocurrió un hecho evolutivo producto del azar que generó la conciencia. ¿Acaso no se promueve en muchas películas de ciencia ficción que la inteligencia artificial adquiere conciencia luego de algún desperfecto? Es el pensamiento evolutivo del azar lo que se refleja en eso.

¿Se volverán las máquinas contra los humanos?

Pueden volverse peligrosas, pero no por sí mismas, sino si hay alguien que las programe. Es el mismo caso de los virus informáticos: alguien los suelta en la red con capacidad de autorreplicación y arruinan computadoras en todo el mundo. Si alguien pusiera a un robot con IA el objetivo de exterminar seres humanos, la máquina actuaría en consecuencia. Pero nunca desarrollaría por su cuenta maldad, ya que no es un ser con libre albedrío.

Aquí está lo importante: solo los seres humanos (y el diablo y sus demonios) pueden desarrollar maldad. El pecado es la consecuencia de desobedecer al Creador. Por eso la maldad es producto de esto. Las personas se enojan con Jesús porque Él les dice (Juan 7:7): «El mundo no puede aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo doy testimonio de él, que sus obras son malas». Solo la maldad del ser humano puede hacer que una máquina se vuelva contra el humano.

La IA desde la antropología bíblica

No solo recordar los principios bíblicos, sino creerlos de todo corazón, nos alejará de razonamientos erróneos acerca de la IA. Muchos cristianos consideran que la IA es el demonio, y están equivocados. Tampoco es un ángel. No es ni buena ni mala. Es solo tecnología con capacidad de resolver cálculos complejos y de expresarse en lenguaje humano o interactuar con él. Decir que la IA es algo más es darle la razón a los evolucionistas.

Explicar a otros que la IA no puede tomar conciencia es un buen camino para predicarles el evangelio. Es mostrarles que no somos simplemente máquinas pensantes, sino que somos seres espirituales, creados a imagen de Dios, aunque ahora vivimos en un estado de separación y necesitamos un Mediador.

Es allí, dentro de la antropología bíblica, donde el evangelio cobra sentido, porque «el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas» (Lucas 6:56). Jesucristo vino a este mundo a rescatar almas pecadoras, no máquinas evolucionadas. No podemos atribuir a ninguna máquina la identidad que solo Dios ha dado a su creación.

Lo principal es recordarle a este mundo perdido que necesita arrepentirse de sus pecados y poner su fe en el sacrificio de Cristo. Las máquinas nunca serán malas; nosotros sí lo somos. Las máquinas nunca tendrán alma; nosotros la tenemos. Las máquinas no necesitan salvación porque no son agentes morales; nosotros sí la necesitamos. Y la única forma de ser reconciliados con el Creador es a través de Jesucristo, el único que vivió una vida perfecta y venció al pecado. Solo en Él hay esperanza, no solo para entender lo que somos, sino para ser lo que fuimos creados para ser.

Alejandro Riff