¿SACASTE HOY LA BASURA?

¿SACASTE HOY LA BASURA?

Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad; pero si andamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado. (1 Juan 1:6-7).

Supongamos que dijéramos: «Esta semana no voy a sacar la basura de mi casa para el recolector porque puedo hacerlo la semana que viene«. No sé cuánto produces de basura diaria en tu hogar, pero seguramente en el término de siete días el olor apestaría, las moscas del barrio vendrían en cantidades y estoy casi seguro que alguna que otra rata haría su nuevo hogar en tu casa.

¿Y qué pasaría si esta «acumulación de basura» duraría un mes? Te enfermarías junto a toda tu familia en medio de un ambiente irrespirable y contaminado. Los vecinos se enterarían que hay un nuevo basurero en la zona y atenderías a todos tus amigos desde la puerta ya que «en casa no se puede entrar». Así el acumulamiento de basura no solo sería perjudicial para ti y tu familia, sino que también te alejaría de las personas.

Acaso, ¿no sucede lo mismo con la vida espiritual? Yo me doy cuenta que si no busco al Señor a diario para que Él me santifique, la misma basura que produce a diario mi carne se va amontonando de forma alarmante.

Nuestra carne es una fábrica continua de basura, pero la sangre de Cristo una fuente continua de limpieza.

Decaer en nuestra vida espiritual en el ejercicio de la santidad es como dejar acumular la basura en nuestra casa. Al principio nos molesta vivir mal, pero muy pronto nos acostumbramos a vivir en la miseria. ¿Podremos comportarnos así como creyentes? La palabra de Dios nos recuerda algunas cosas.

NO OCULTES TU PECADO

¿Como estás? –¡Bien!, es nuestra respuesta natural automática para no levantar sospechas.
¿Puedo entrar a tu casa? (tómalo como una metáfora de tu vida privada) ¡No es buen momento!, es la respuesta natural cuando nuestra vida está llena de pecado acumulado (no cerramos).

El texto del principio nos dice que «si estamos en comunión con Dios» estamos en un ambiente luminoso y limpio, y la Palabra de Dios es nuestra guía y por eso «practicamos la verdad». Pero cuando nuestra vida se aparta de la comunión con el Señor (y no sacamos la basura a diario) mentimos. Les decimos a los demás que nuestra casa está en orden, pero que no están invitados a la misma. De esta forma perdemos «la comunión los unos con otros», nos cerramos a los consejos que otros pudieran darnos y casi seguro doy por sentado que venir a la casa de Dios se empieza a transformar en algo molesto. ¿Qué hacer entonces?

LA SANGRE DE CRISTO NOS LIMPIA

La sangre de Cristo derrama en la cruz fue la que nos salvó. Pero esta sangre santa del Cordero no solo obró la salvación de los creyentes sino que además obra su santificación.

Hebreos 13:12  nos dice: Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo por su propia sangre, padeció fuera de la puerta.

Jesús compró un pueblo para santificarlo. Lo sacó literalmente del basural de este mundo. Él nos ha dado en su gracia su Espíritu Santo y su Palabra como medios para santificar nuestra vida también. En este poder del Espíritu es que podemos «sacar la basura diariamente» que vamos generando: la lujuria, la ira, la impaciencia, la rebeldía, las palabras torpes, es decir: «las obras de carne» (Gálatas 5:19).

SACA LA BASURA A DIARIO

¿Has dejado que la basura se acumule innecesariamente esta semana, este mes… o este año?  Muchas veces no arreglamos cuentas con el Señor porque decimos: ¿Señor me perdonarás otra vez? ¿No te cansas de mí?  Y así seguimos viviendo en un basural que por otro lado cada día se hace más grande y que un día podría desbordar por las ventanas de nuestra casa. Allí es cuando perdemos nuestro testimonio cristiano.

Ve en arrepentimiento a la Fuente de limpieza, Cristo. Él no solo ha venido a limpiar y sacar la basura de pobres pecadores perdidos como tú y yo, sino que vino a traer su exquisito aroma a santidad. Él quiere poner en orden la casa de tu vida para Su Gloria. ¡No te dejes estar!

 Porque para Dios somos grato olor de Cristo… (2 Corintios 2:15).

Alejandro Riff