Carismatismo y un daño mental a largo plazo

Carismatismo y un daño mental a largo plazo

Carismatismo y un daño mental a largo plazo

Si eres pastor de una iglesia sana en doctrina y has recibido recientemente personas provenientes del pentecostalismo carismático o eres una persona que ha salido de una de estas iglesias déjenme hacerles algunos comentarios.

Una persona que ha estado expuesta por años a los supuestos «fenómenos paranormales» en una iglesia carismática es muy difícil que escapen de su influencia; casi un 70% de las personas que salen «por una doctrina mejor» luego vuelven a sus antiguos estándares, pero en un estado mucho peor, ya que después de haber conocido la verdad (y no creerla) se cumple lo que dice  2 Pedro 2:22.

Pero les ha acontecido lo del proverbio verdadero: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.

EL TEPT (Trastorno por estrés postraumático)

El TEPT lo sufre una persona que haya sido expuesta a uno o más sucesos traumáticos de índole diversa; tales como la exposición al dolor ocasionado por una guerra vivida por un soldado, torturas, acoso sexual o amenazas de muerte inminentes.

Haber pasado por ciertas iglesia carismáticas también generan este TEPT.

Te daré algunos ejemplos, y evalúa si has pasado por estas experiencias:

Hablar en lenguas

Si la persona fue presionada hasta que en algún momento empezó a balbucear palabras incoherentes esto  ocasionó un grave daño. El común de los pecadores rechazan el hacer el ridículo (son menos crédulos), pero otros más «religiosos» se dejan manipular al punto de quebrar su sano juicio. La estructura mental se ve dañada como cuando un engranaje se desgasta. Quizá cuando una persona empieza a ir a una iglesia sana en doctrina se dé cuenta que lo que hizo en el pasado fue una incoherencia.  Pero su interior muchas veces «no se da cuenta» que la adrenalina que le proporcionaba el hablar en lenguas, esos desequilibrios químicos provocados en el cuerpo por un exceso de dopamina… su cuerpo se lo seguirá pidiendo. Quizá la persona no sea consciente, pero «algo le falta» a los nuevos cultos formales a los que asiste (y no puede identificar qué es). Si la persona fue salva, es decir, regenerada por el Espíritu Santo, podrá darse cuenta y mortificará ese pecado. Caso contrario la ansiedad acumulada por falta de la dopamina carismática provocará comportamientos impredecibles. Irá de un extremo a otro en su estado de ánimo y opiniones. En definitiva no durará mucho en una iglesia conservadora.

Experiencia con demonios

A los que han practicado exorcismo o han estado presentes ante un caso semejante, el grado de sugestión y exposición real al ocultismo provoca uno de los mayores traumas emocionales. A menos que Cristo cambie el corazón y el creyente empiece por la Palabra a cambiar sus pensamientos, los temores lo perseguirán el resto de sus vidas. Nunca podrán dormir bien. Los ruidos y las luces serán para la persona todo un gran motivo de sobresaltos en las noches. Siempre estarán en especulaciones con el temor a lo desconocido. Piensen que la persona estuvo expuesta a cientos de «cultos de liberación» (como lo llaman) donde aún con sus hijos presentes presenció estas supuestas pocesiones demoníacas con su posterior liberación. Estar en un iglesia bíblica sentados en su sano juicio, para ellos es tan raro y amedrentador como ver al endemoniado gadareno libre y escuchando las enseñanzas de Jesús a sus pies (Lucas 8:35).

Éxtasis musical

En el carismatismo importa muy poco si lo que cantas es bíblico, todo va en cerrar los ojos y adorar al «dios de tus sentimientos». Es muy raro que se salga de esta situación. El efecto que tiene la música atada a los sentimientos es de por vida. Solo si un creyente de verdad se cuestiona la esencia misma de su ser y se da cuenta que el «mediador» entre Dios y los hombres (1 Tim. 2:5) es Jesucristo y no un tema musical, solo así podrá cambiar. Es bastante simple de explicar. Para estas personas es un insulto a sus sentidos (acostumbrados a la adrenalina) cantar un himno con un piano de fondo. No importan cuántos mensajes bíblicos escuchen, siempre estarán añorando la banda detrás del escenario, las luces, y la música a más de 120 decibeles.

Ofrendar con el deseo de recibir más

Quizá la persona va una iglesia ahora donde no piden diezmos obligatorios o ya están libres de la presión para que se ofrende. Puede que la persona suspire  de alivio y diga para sí:  «Ya no me engañan más como a un tonto sacándome dinero«. Sí, quizá la persona cree que lo superó, pero en lo profundo de su mente sigue la idea «doy para recibir más«. Es decir, todo lo que pueda hacer para la obra del Señor no será de forma desinteresada (que esto puede venir de un conocimiento de la gracia de Dios,  verHechos 20:35) sino que siempre esperará un reconocimiento, una retribución, una recompensa aquí y ahora.

Activismo desenfrenado

Es clásico en las iglesia pentencostales tener reunión todos los días de la semana. También se las ingenia para darle múltiples responsabilidades a las personas. Pero ahora la persona en una iglesia sana en doctrina se enfrenta con la cruda realidad de Deuteronomio 6, donde el ministerio principal de la Palabra de Dios está en la familia. Imagínense que de tener reuniones todos los días y estar en diez ministerios distintos y que ahora que haya solo dos o tres reuniones semanales y el ministerio de verdad sea el evangelismo personal (y no hacer mil actividades periféricas). La realidad es que las personas caen en una fosa de depresión de cientos de metros. Solo cuestionando sus antiguas costumbres a la luz de la Biblia y entendiendo la prioridad del Evangelio verdadero es lo que podrá sacarlos del hoyo. Es como una persona que estaba acostumbrada a un ruido ensordecedor (como de un motor) y pasa al silencio absoluto. Si anteriormente le pesaba el sonido del motor, ahora el silencio la hace enloquecer, pues se tiene que enfrentar realmente a quién es en realidad como persona. Si lo hace con el Señor, triunfará. Si lo hace en sus fuerzas, morirá en su autocompadecimiento.

El 30% que sale adelante

Estas personas realmente no toman un cambio a la sana doctrina  como «una nueva perspectiva» o un «pequeña mejora a su vida», sino que para ellos es un gran motivo de humillación  y es «el gran cambio». Los grandes cambios no se dan sino hay grandes crisis. Años de ser expuestos a una manipulación mental y emocional han intoxicado el alma como la cocaína al cuerpo. Al salir de esta locura carismática tiene que sentir sí o sí este síndrome de abstinencia. Por un lado el aprendizaje de la Palabra y por otro lado desintoxicación de viejas ideas y sentimientos.

La única cura es esta:

Romanos 8:13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.

Hay que entender que el daño carismático es un daño real a la mente y al corazón. Cuando vienen a una iglesia bíblica no pensemos que simplemente será «un cambio de doctrina», es mucho más que eso.

Si la persona no entiende que viene de un estado como la iglesia de Laodicea: desventurado y miserable y pobre y ciego y desnudo (Ap. 3:17), es muy difícil que salga adelante. Por lo general la persona ama conservar su staus quo  y antes de revisar su cimientos teológico (que es lo que deberían descartar) empiezan a acumular enseñanzas nuevas y buenas, pero sobre cimientos débiles que terminarán tirando abajo la construcción.

La autocrítica tiene que ser tanto o más grande que los años perdidos en el error. Todas estas prácticas anteriores llevaron a la persona a potenciar su orgullo de una manera descomunal e inimaginable. Posiblemente sea el pecado con el cual luchará los primeros años de desintoxicación. Cristo da un nuevo corazón en la conversión, es verdad, pero el daño mental recibido tiene que pasar por un largo período de santificación, dominio propio y sujeción a la Biblia.

Hay que asumir que estamos ante un daño mental a largo plazo, pero reversible con la ayuda de Dios y su Palabra.

Posiblemente alguno que lea este artículo «se ofenda» si viene de alguna iglesia carismática que cuadre con lo descripto anteriormente. Si se ofende le aconsejo que siga su camino, pues la Biblia dice:

Apocalipsis 22:11 El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el justo, sea justificado todavía; y el santo, sea santificado todavía.

Pero si por el contrario esto lo lleva a una reflexión profunda, ve que los peligros descriptos son reales y lo afronta con una actitud de humildad, de temor a Dios y con una búsqueda sincera de la verdad bíblica: ¡Bienvenido al 30% que sale adelante!

Efesios 6:14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia.

Alejandro Riff