Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14).
EL Hijo de Dios es dado a conocer a los hombres bajo el nombre: «Jesús» (Mateo 1:21) en su significado de «salvador».
Y en su carácter de mesías es llamado «Cristo» (Mate 1:16).
Pero el evangelio de Juan nos revelada un nombre singular: «el Verbo», del griego logos, entendido simplemente como «la Palabra».
La Palabra fue lo que dio origen a este universo, y por la Palabra es que todo se mantiene hasta ahora ( Hebreos 11:3).
Juan define al verbo también como Dios, siendo este, la segunda persona de la trinidad (1Juan 5:7).
En la época festiva de navidad los hombres deciden por su cuenta recordar a un niñito en un pesebre. Intentan relacionar vagamente que hace más de 2.000 años nació un niño «especial», que según ellos, vino a traer solamente un mensaje de amor, paz y felicidad.
La escena del nacimiento, es para los hombres, un simpático escenario donde María, José y el niño, están rodeado de animales y pastores.
¡Pero quién pudiese retratar la escena cuando el «Verbo se hizo carne»! Solo en el misterio de la intimidad de Dios esto pudo apreciarse. Nuestros ojos pecadores no podrían contemplar tal magnífico acto que Aquel que llenaba los cielos, se redujera a un bebé al hacerse carne.
Si pudiésemos contemplar tal escena, y comparáramos la gloria de Cristo a millones de soles que se redujeron a una pequeña esfera, tal comparación sería pobre y débil.
Pero así fue, el Verbo se despojó de su gloria y quiso habitar entre nosotros en forma humana
(Filipenses 2:7).
Pero Juan nos dice que aún en esta forma de siervo, humana, vimos también su gloria como Hijo de Dios.
La pregunta es: ¿Quiénes ven hoy su gloria? ¿Quiénes son aquellos que pueden ver más allá de lo que muestra el pesebre?
La respuesta es: solamente a aquellos a los que el Espíritu de Dios ha abierto los ojos para que crean en él.
Ver el pesebre, un cuadro de la muerte de Jesús, o un pintura de su resurrección, no es conocer a Jesús.
Muchas personas conocen solamente «al Jesús de los retratos», pero no conocen en su corazón al Verbo de Dios, por cuya palabra puede ser cambiado su corazón.
El mundo seguirá armando pesebres para contemplar y recordar al Jesús de la carne, pero no podrán comprender su preexistencia, su divinidad y sobre todo, su poder.
Dios en su Palabra perfecta, inspiró a los evangelistas Mateo y Lucas para mostrarnos los sucesos del nacimiento de Jesús. Pero también inspiró a Juan a mostrarnos en este glorioso capítulo uno del evangelio al Verbo de Dios como complemento perfecto del relato del nacimiento.
Estimado amigo/a, si eres un cristiano, un hijo de Dios, recuérdale a este mundo en esta navidad, que Jesús es más que un hombre. A pequeños y a grandes, diles que el Verbo se hizo carne, para que conozcamos su gloria, y para que veamos su humillación en el sacrificio de la cruz.
Diles que no hay salvador para ellos, si sabrán de su gracia y verdad, si primero no reconocen en la persona de Jesucristo al Hijo de Dios eterno.
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