Mateo 7:15 Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces.
Jeremías 6:13 Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande de ellos, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores. 14 Y curan el quebrantamiento de la hija de mi pueblo con liviandad, diciendo, Paz, paz; y no hay paz.
Me encanta leer a Martyn Lloyd Jones, sus escritos tienen más de medio siglo, pero siguen siendo muy actuales. Esto lo escribió hace mucho tiempo, antes que explotara el «movimiento apostólico y profético» y la iglesia entrara en la decadencia de nuestros días. Este artículo tomado de su libro «El Sermón del Monte», servirá para alertarnos acerca de los falsos profetas y sus enseñanzas.
1-El falso profeta omite la verdad
Lo que dicen está bien, pero no incluye esto. Es una enseñanza cuya falsedad hay que detectarla por lo que no dice más bien que por lo que dice. Y precisamente por esto caemos en la cuenta de la sutileza de la situación. Como ya hemos visto, cualquier cristiano puede detectar al que dice cosas abiertamente equivocadas; pero ¿es injusto y poco caritativo decir que la gran mayoría de los cristianos de hoy no parece poder detectar al hombre que parece decir cosas buenas, pero que no dice cosas vitales? En cierto modo, hemos hecho nuestra la idea de que el error es solo lo manifiestamente equivocado; y parece que no entendemos que la persona más peligrosa de todas es la que no enfatiza las enseñanzas adecuadas. El falso profeta es un hombre que no tiene ‘puerta estrecha’ ni ‘camino angosto’ en su evangelio. No hay en él nada que ofenda al hombre natural; agrada a todos. Va con ‘vestidos de ovejas’, es atractivo, agradable a la vista. Presenta un mensaje tan bonito, confortable y consolador. Agrada a todo el mundo y todo el mundo habla bien de él. Nunca lo persiguen por su enseñanza, nunca lo critican con rigor. Tanto los liberales como los modernistas lo alaban, lo alaban los evangélicos, todo el mundo lo alaba. Se hace todo a todos, en este sentido; en sus palabras y acciones no se encuentra la ‘puerta estrecha’, en su mensaje no está el ‘camino angosto’, no hay nada del ‘tropiezo de la cruz’.
2-El falso profeta trata livianamente con el pecado
La enseñanza del falso profeta tampoco subraya la condición radicalmente pecaminosa del pecado y la incapacidad total del hombre para hacer algo por su propia salvación. A menudo, ni siquiera cree en el pecado y, ciertamente, no subraya su naturaleza vil. No dice que todos somos perfectos; pero sí sugiere que el pecado no es grave. En realidad, no le gusta hablar acerca del pecado; solo habla acerca de pecados individuales o específicos. No habla acerca de la naturaleza caída, ni dice que el hombre mismo en su totalidad está caído, perdido y depravado. No le gusta hablar acerca de la solidaridad de todo el género humano en el pecado, y el hecho de que todos hemos pecado y estamos «destituidos de la gloria de Dios». No enfatiza esta doctrina de la «malicia total del pecado», como se encuentra en el Nuevo Testamento. No enfatiza el hecho de que el hombre está muerto «en delitos y pecados», de que no tiene esperanza y es totalmente incapaz. No le gusta esto; no ve la necesidad de hacerlo. Lo que el Señor trata de subrayar es que el falso profeta no dice estas cosas, de modo que el creyente inocente que lo escucha da por supuesto que cree en ellas. La pregunta que se plantea respecto a tales maestros es ¿creen en estas cosas? La respuesta, obviamente, es que no, de lo contrario se sentirían impulsados a predicarlas y enseñarlas.
3-El falso profeta ofrece un consuelo engañoso
El falso profeta siempre es un predicador muy consolador. Al escucharlo da siempre la impresión de que no hay muchas cosas malas. Admite, desde luego, que algo malo hay; no es lo bastante necio para decir que no hay nada malo. Pero dice que todo va bien y todo irá bien. «Paz, paz», dice. «No escuchen a alguien como Jeremías», exclama; «es de mente estrecha, es un cazador de herejías, no tiene espíritu cooperador. No lo escuchéis, todo está bien!’ «Paz, paz». Cura «la herida de la hija de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz!’ Y, como agrega el Antiguo Testamento en forma aplastante y diciendo una verdad tan aterradora respecto a la gente religiosa de entonces y de ahora, «mi pueblo así lo quiso». Porque nunca los perturba y nunca los hace sentir incómodos. Uno sigue como está, todo está bien, no hay que preocuparse acerca de la puerta estrecha, ni del camino angosto, ni de esta doctrina específica o de aquella. «Paz, paz!’ Muy consolador, muy tranquilizante; siempre es así el falso profeta, en su vestido de oveja; siempre inofensivo y agradable, siempre, invariablemente atractivo.
4-El falso profeta le rehúye a la doctrina bíblica
Diría que se manifiesta en general en una ausencia casi total de doctrina en cuanto tal en el mensaje. Siempre habla con vaguedades y en Corma general; nunca desciende a detalles doctrinales. No le gusta la predicación doctrinal; siempre es muy vaga. Pero alguien quizá pregunte: «¿Qué quiere decir con esto de descender a detalles doctrinales y cómo se relaciona esto con la puerta estrecha y el camino angosto?» La respuesta es que el falso profeta muy raras veces nos dice algo acerca de la santidad, la justicia y la ira de Dios. Siempre predica acerca del amor de Dios, y nunca menciona las otras cosas. Nunca hace temblar a nadie cuando habla de este Ser santo y augusto con el que todos debemos enfrentarnos. No dice que no crea en estas verdades. No; no es esa la dificultad. La dificultad es que no dice nada acerca de ellas. No las menciona para nada. En general, subraya solamente una verdad acerca de Dios, y es el amor. No menciona las otras verdades que figuran de forma igualmente destacada en la Biblia; y ahí está el peligro. No dice cosas que sean obviamente verdaderas y justas. Y por esto es falso profeta. Ocultar la verdad es tan reprochable y condenable como proclamar una herejía completa; y por esto, el efecto de tal enseñanza es el de un ‘lobo hambriento’. Es muy agradable, pero puede conducir al hombre a la destrucción porque nunca se le plantea el problema de la santidad y la justicia y la ira de Dios.
5-El falso profeta no habla del juicio de Dios
Otra doctrina que el falso profeta no enfatiza nunca es la del juicio final y el destino eterno de los condenados. En los últimos cincuenta o sesenta años, no se ha predicado mucho acerca del juicio final, y tampoco acerca del infierno y de la destrucción eterna de los malvados. No, a los falsos profetas no les gustan enseñanzas como las que contiene la segunda Carta de Pedro. Han tratado de negar su autenticidad porque no cuadran con su doctrina. Dicen que ese capítulo no debería estar en la Biblia. Es demasiado fuerte y agresivo; pero ahí está. Y no es un caso aislado. Hay otros. Leamos la Carta de Judas, leamos el así llamado suave apóstol del amor, el apóstol Juan, en su primera Carta, y encontraremos lo mismo. Pero también está aquí en este Sermón del Monte. Sale de la boca del Señor mismo. Él es quien habla acerca de los falsos profetas con vestimenta de oveja que son como lobos rapaces; Él es quien los describe como árboles corruptos y malos.
6-El falso profeta no habla en profundidad de la cruz de Cristo.
El falso profeta habla acerca de «Jesús»; incluso, se complace en hablar de la cruz y de la muerte de Cristo. Pero la pregunta vital es, ¿Qué idea tiene de esa muerte? ¿Qué idea tiene de esa cruz? Se enseñan puntos de vista que son totalmente herejes y niegan la fe cristiana. La prueba definitiva es esta. ¿Se da cuenta de que Cristo murió en la cruz porque fue la única manera de expiar y hacer propiciación por el pecado? ¿Cree también que Cristo fue crucificado en la cruz en lugar suyo, que llevó «en su cuerpo sobre el madero» Su culpa y el castigo de su culpa y su pecado? ¿Cree que si Dios no hubiera castigado su pecado allá, en el cuerpo de Cristo en la cruz, y lo digo con reverencia, ni siquiera Dios le hubiera podido perdonar? ¿Cree que fue solo enviando a su propio Hijo como propiciación por nuestros pecados, en la cruz, que Dios pudo ser «el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús» (Ro. 3:25,26)? Hablar simplemente acerca de Cristo y de la cruz no basta. ¿Es la doctrina bíblica de la expiación penal y vicaria? Esta es la forma de probar al falso profeta. El falso profeta no dice estas cosas. Habla en torno a la cruz, no de la cruz. Habla acerca de los que estaban en torno a la cruz y habla de forma sentimental acerca de nuestro Señor, nada sabe acerca de la «ofensa de la cruz» de Pablo. Su predicación de la cruz no es «para los gentiles locura» ni «para los judíos ciertamente tropezadero». A través de su filosofía, le ha quitado todo efecto a la cruz. Ha hecho de ella algo maravilloso, una filosofía estupenda de amor y sentimiento, debido a que el mundo no está interesado en otra cosa. Nunca la ha visto como una transacción tremenda y santa entre el Padre y el Hijo, en el cual el Padre ha hecho que su Hijo sea «pecado por nosotros», y ha colocado sobre él nuestra iniquidad. En su enseñanza no se encuentra nada de esto, y por esto es falsa.
7-El falso profeta no te lleva al arrepentimiento para salvación
Tampoco enfatiza el arrepentimiento en un sentido real. Presenta una puerta muy ancha que conduce a la salvación y un camino muy espacioso que conduce al cielo. No hay por qué percibir mucho la condición pecadora de uno; no hay por qué tomar conciencia de la negrura del propio corazón. Simplemente, hay que decidirse por Cristo y unirse a la multitud; se añade el nombre propio a la lista, y pasa a ser una de las muchas ‘decisiones’ acerca de las que informa la prensa. Es muy distinto del evangelismo del los Puritanos y de John Wesley, George Whitefield y otros; aquel evangelismo conducía al temor del juicio de Dios, y a la angustia del alma, a veces por días, semanas y meses. John Bunyan nos dice en su escrito Grace Abounding (Gracia Abundante) que durante dieciocho meses sufrió la agonía del arrepentimiento. Hoy día no parece que haya mucha posibilidad de esto. Arrepentimiento significa darse cuenta de que se es culpable, pecador vil en la presencia de Dios, que se merece la ira y castigo de Dios, que uno camina hacia el infierno. Significa que se comienza a percibir que eso que se llama pecado está en uno, que se anhela liberarse de ello, que se le vuelve la espalda, cualquiera que sea, al mundo tanto en forma de pensar, como en perspectiva, como en práctica, y se niega uno a sí mismo para tomar la cruz y seguir a Cristo. Quizá haya que sufrir económicamente, pero no importa. Esto es arrepentimiento. El falso profeta no lo presenta así. Cura «la herida de la hija de mi pueblo con liviandad», diciendo simplemente que todo está bien, que lo único que hay que hacer es «venir a Cristo», «seguir a Jesús», o «hacerse cristiano».
En última instancia, se puede plantear así. El falso profeta no enfatiza la necesidad absoluta de entrar por la puerta estrecha y andar por el camino angosto.
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