¿Lo «reformado» está de moda?

Quizás estos sean pensamientos en voz alta acerca del acontecer de las nuevas iglesias reformadas de hoy día en Latinoamérica, por lo tanto expresa por un lado cierto contento y dudas por otro.

Mi testimonio personal en cuanto a «declaraciones de fe» es que conocí al Señor en una denominación de soteriología «arminiana» cuando fui un adolescente (once años de edad). No obstante con el tiempo y el estudio de la Biblia comprendí que no había fundamento bíblico para la «caída de la gracia».

Cuando fue joven, cambié a una mejor doctrina cuando conocí un grupo de iglesias, con buen enseñanza, pero que con el tiempo se transformó en la práctica en algo contrario a lo que se sostenía en los «papeles».

También se tenía una declaración doctrinal, y aunque no era de las históricas, no obstante tenía mucho de reformado.

Cuando fui adulto, y antes de ser pastor de mi iglesia, comprendí que para expresar mis convicciones doctrinales, o hacía una declaración (que es mas o menos como reinventar la rueda) o adoptaba algo ya hecho.

Es así que adopté la «Declaración Bautista Reformada de 1689» ya que puede encontrar similitud con la formación bíblica que tenía, y hasta ampliar mi conocimiento y mejorarlo en muchos aspectos teológicos.

(Para el lector que no conoce, esta declaración es igual a la de Westminster, sólo que con la variante del bautismo por inmersión entre otros aspectos).

Me convencí mucho más cuando leí el comentario del conocido pastor de siglo IXX Charles Spurgeon que decía respecto a la declaración de 1689: “Este pequeño tomo no se presenta como una regla autoritativa ni como un código de fe, sino como una ayuda en casos de controversia, una confirmación en la fe y un medio para edificación en justicia».

Muchos le han criticado a Spurgeon esta palabras, pero me parece de lo más sobria, ya que ubica a la Biblia por encima de cualquier «confesión doctrinal».

Bajo ese punto de vista una confesión doctrinal encuentra su punto justo y bajan las pretensiones humanas de exaltar las «declaraciones», que aunque basadas en la Biblia, son falibles de error, pues lo único infalible en este mundo es la Biblia misma.

Ahora sí entro en tema:

Pareciera que en América Latina hay un despertar doctrinal de la antigua doctrina reformada.

A primera impresión doy gracias a Dios que se despierte un celo por volver a la Biblia como regla de autoridad y fe en medio de una América Latina destruida por el misticismo carismático.

Pero a veces me surgen las dudas si mucho de esto de la «doctrina reformada» se comprende en realidad que tiene un costo testimonial (Proverbios 23:23), o es sólo una moda adoptada.

He visto algunos que dicen adoptar esta «doctrina reformada» como aquél adolescente que se cruza un piercing en su nariz. Es un señal de moda pero vacía en sus conceptos.

Cuando no se sabe el A-B-C de la Biblia, y el testimonio cristiano deja mucho que desear, creo que es vano asumir esta o aquella confesión de fe reformada como acto de exhibición.

Pablo decía: Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre hecho, dejé lo que era de niño. (1Corintios 13:11 )

Yo puedo copiar frases de adulto, citando a Calvino, Beza o cualquier otro autor reformado, pero a pesar de eso ser un niño, y en la primer controversia hacer una rabieta de niño chiquito, antes de proceder como un adulto siervo de Dios con palabras de verdad pero también de templanza (Hechos 26:25).

Puedo inundar la redes sociales con muletillas reformadas y hasta imitar a algún personaje del siglo XVI, pero eso: ¿me hace mejor cristiano? ¿Mi testimonio es mejor a los ojos de los demás y delante Dios? ¿Estoy preocupado/a por extender el reino de Dios predicando que las almas se salven?

Si no es así seré como un niño de escuela dominical que aun no tiene pulso para colorear dentro de la figura con sus pinturitas de cera,  pero que se jacta de hablar de la predestinación eterna, la redención limitada, y la perseverancia de los santos (el que lea entienda).

Solo espero que este nuevo despertar reformado latinoamericano no sea un «cortar y pegar» del siglo XVI sino que en verdad se levanten valientes siervos de Dios que hagan oír a este mundo un verdadero evangelio de la gracia antes de la venida de Cristo.

Que al recordar a antiguos siervos de Dios no sea para idolatrarlos, sino para seguir el ejemplo en aquello en lo que acertaron, y en lo que no, no.

Recordemos siempre quién es nuestro Dueño, quién es nuestro ejemplo a seguir y delante de quién un día daremos cuenta.

 Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro; sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir; todo es vuestro; y vosotros de Cristo; y Cristo de Dios. (1Corintios 3: 21 al 23). 

 Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. (1Corintios 11:1)

Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. (Hebreos 4:13).

Que Dios dé una verdadera Reforma… del corazón.
Alejandro Riff