Juan 7:17 El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina si viene de Dios, o si yo hablo de mí mismo.
Muchas personas pueden buscar enseñanza bíblica (doctrina), y hablar todo el día de ella, pero sin el deseo de «hacer la voluntad de Dios». Incluso pueden discutir con otros acerca de la verdad, pero sin que la misma verdad haya impactado en sus propias vidas. No basta con saber la verdad, o las doctrinas esenciales de la Biblia, para ser salvo. Tampoco alcanza con aceptarlas mentalmente, dando nuestra aprobación intelectual (como si eso fuera lo único que importara delante de Dios). Debemos dar un tercer paso que es «confiar» en esas verdades. Tener la fe que viene de Dios, es tener un verdadero arrepentimiento de pecados, y un pleno confiar en la obra de Cristo en la cruz.
Aquellas personas que hablan de «la verdad», pero que carecen de una experiencia iluminadora de esa verdad en el corazón, les cabe el refrán: «Médico cúrate a ti mismo«. (Lucas 4:23). En los tiempos de Jesús muchas personas se acercaron a oír sus enseñanzas, pero solo por una «curiosidad intelectual». Cuando Jesús les pidió la renuncia a sus pecados… simplemente dejaron de seguirlo.
Si lo que te apasiona es la doctrina bíblica, pero no hacer la voluntad de Dios, no te estás identificando con Cristo sino con un concepto meramente intelectual del evangelio. La doctrina que viene de Dios exalta la persona de Cristo, te muestra tus pecados y condenación, y te presenta a Jesús como el único salvador.
Si no evidencias cambios de una vida acorde a la voluntad de Dios, que es la santificación (1Tes 4:3), entonces, el conocimiento que tienes de Jesucristo es sólo intelectual y no gozas de un corazón renovado.
El infierno se llena de gente curiosa de la religión, pero el cielo de aquellos que hicieron la voluntad del Padre.
Mateo 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Juan 6:40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero.
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