Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.
Sin duda Juan 3:16 es el versículo más popular de la Biblia, pero su popularidad muchas veces no va de la mano con un entendimiento de la magnitud de lo que el texto significa.
Hoy, en la mayoría de las iglesias, encuentras el Evangelio diluido en diez partes de agua. Gran parte de los pastores y predicadores actuales evitan por todos los medios confrontar a las personas con su pecado y es, según ellos, un horror hablar del juicio de Dios, de Su ira o de Su justicia.
Es más fácil mostrar el amor de Dios, dicen. De esta manera ofrecen al mundo una «gracia barata», donde lo único que muestran a las personas es un amor de Dios sin condiciones.
Si escuchan a otro predicador hablar sobre la depravación del hombre o que el pecador está bajo la ira de Dios, ellos, considerándose grades benefactores del cristianismo, levantan en alto su cartel de Juan 3:16 y dicen: ¡Dios es amor! ¡Dios es amor! ¡Este es el evangelio! Sin darse cuenta que se transforman en enemigos de Juan 3:16 (y del Evangelio) ¿Por qué? Lo explicamos.
EL AMOR DE DIOS FUERA DEL CONTEXTO DE SU JUSTICIA
Si lees más allá del versículo 16 te encontrarás con el pecado del hombre. Por ejemplo, el versículo 19 nos dice que «los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas«.
O el versículo 20 nos dice que «todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean redargüidas«.
El decir que los hombres tienen que conocer algo de ellos mismos antes de ofrecerles el amor de Dios, tienen que saber que su naturaleza es amar las tinieblas, que sus obras son malas, que aborrecen la luz de la verdad y se esconden en las sombras para seguir pecando.
El mundo tiene que saber que Dios odia el pecado, que Su justicia requiere el castigo del mismo de forma eterna (Romanos 2:5), y que el pecador está distanciado de Él (Romanos 3:23).
Cuando entendemos la magnitud de nuestro pecado y no hay escapatoria a nuestra condenación, recién allí caemos en la cuenta que necesitamos un Salvador de forma urgente.
De esto se trata cuando el versículo 16 dice «dio a su Hijo«, que equivale exponerlo a la maldición de la cruz del calvario, clavándolo allí y soportando el castigo por los pecados de su pueblo (Mateo 1:21 – Isaías 53).
Cristo cumplió de forma perfecta la Ley, sin embargo ocupó el lugar del pecador. ¿De todos los pecadores? No, sino de todo «aquel que en él crea». La condición para salvarse es creer, tanto como arrepentirse, ¿y cómo hará esto una persona a la que nunca le mostraron su pecado?
En definitiva, la predicación del Evangelio es mostrar tanto la justicia de Dios que exige castigo por el pecado, como la gracia y el amor de Dios manifestado en el sacrificio de Su hijo en la cruz.
Romanos 5:8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 9 Pues mucho más, estando ahora justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
TEN CUIDADO CON LOS VERDADEROS ENEMIGOS DE JUAN 3:16
Si escuchas a algún predicador confrontando el pecado de las personas, no le tengas miedo, pues ellos entienden realmente lo que es el amor de Dios. Verás que cuando presenten la cara de la moneda de la justicia de Dios y su ira por el pecado, darán luego vuelta la misma para presentar «la otra cara» que habla del amor y la misericordia de Dios en Cristo.
Pero si oyes a un predicador hablar nada más que del amor de Dios y todas sus frases apuntan a hacer sentir bien a la persona, sin decirles nada que les incomode acerca de su pecado: ¡allí estás ante un enemigo de Juan 3:16!
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