La salvación en Cristo, ¿se puede perder?

La salvación en Cristo, ¿se puede perder?

1 Pedro 1:23 Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

Una vez alguien dijo: -Ustedes son los que se creen «salvos siempre salvos«. A lo que contesté: -¿Ustedes son los que están «inseguros siempre inseguros» en cuanto a su salvación?

Es una ofensa a la obra de Cristo decir o pensar que la salvación se pierde,  y esto parte de un mal entendimiento de las Escrituras. Hay muchos pasajes para demostrar que una vez que eres salvo en Cristo, esta es una condición permanente. Pero vamos a abordar el tema desde el versículo mencionado al inicio, a través de cuatro verdades que encierra el mismo.

1-UN NUEVO NACIMIENTO

Siendo renacidos… Significa esencialmente volver a nacer. Pero no un volver a nacer en la carne, a la manera de un bebé humano como pensaba Nicodemo, un religioso de la época de Jesús: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? (Juan 3:14). Jesús le aclara a Nicodemo que él estaba hablando de un nuevo nacimiento en lo espiritual, y que eso no puede ser producido por la persona, sino que es producido de forma sobrenatural por el Espíritu de Dios (Juan 3:5). Cuando se predica el Evangelio esperamos que Dios convierta a las almas por el poder regenerador del Espíritu Santo. ¡Sin esta gloriosa obra no hay nuevo nacimiento posible!

2 – SIMIENTE CORRUPTIBLE

No de simiente corruptible… Pedro contrasta el nacimiento de la carne contra el del Espíritu. Lo mismo que le dijo Jesús a Nicodemo: «-Lo que es nacido de la carne, carne es» (Juan 3:6). Dicho de otra forma, viniste a este mundo por la concepción de tus padres; naciste como un ser humano más (en la carne) y trajiste la trágica herencia del pecado. El pecado está en nosotros desde el momento en que nacemos (Romanos 5:19). Esta es lo que la Biblia llama «la herencia de Adán». No podemos desprendernos de esta herencia malvada si no fuera por la intervención de Dios. Somos una «semilla» corruptible, tenemos una creciente naturaleza de pecado que nos lleva a la muerte eterna y a la perdición.

3 – SIMIENTE INCORRUPTIBLE

Sino de incorruptible… Significa que la obra de Dios  en la salvación (nuevo nacimiento) no se puede corromper, alterar, degradar; eso significa «incorruptibilidad». O sea que ni el mundo, ni el Diablo, pueden «quitar esa salvación». Ahora viene la pregunta ingenua del algunos: ¿Pero… que tal si tú mismo decides corromperla? Amigo, si nosotros podemos corromper esa semilla, significa que sería corruptible, pero enfréntate a la Biblia que dice que: ¡es «incorruptible»! ¿Ves en las Escrituras alguna cláusula o excepción que diga lo contrario? Cuando Dios provoca el nuevo nacimiento pone una nueva naturaleza en el corazón de la persona que hace que esta persevere y siga a Cristo hasta el final de su vida. Aquellos que se apartan del Señor lo que demuestran es que nunca nacieron de esta «simiente incorruptible», sino que solo fueron convencidos por un tiempo de su religiosidad, la cual es corruptible, desde luego.

4 – POR LA ETERNA PALABRA DE DIOS

Por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre… Lo que Dios obra por su Palabra produce las características que ella tiene. Si la Palabra de Dios es viva y permanece para siempre, obviamente a las personas a las cuales les da vida, les da una clase de vida en Cristo que permanece para siempre. ¡Vida incorruptible, vida eterna, vida permanente!

¿La salvación se pierde? 

Muchas iglesias y cristianos afirman que la salvación se pierde, y piensan que es una posición teológica respetable dentro de una variedad de opiniones válidas.

Lo cierto es que afirmar eso es un menosprecio a la obra eficaz de Cristo en la cruz, al Espíritu Santo que regenera los corazones por el poder de Su Palabra, y al Padre que engendra hijos de «simiente incorruptible».

No hay múltiples nacimientos en la vida de un creyente, sino uno solo.

La salvación no se pierde sencillamente porque de principio a fin es una obra de Dios. Lo que comienza el hombre desde luego se corrompe con el tiempo, se echa a perder y se pierde. Pero lo que comienza Dios es de carácter eterno.

 Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra perfeccionará hasta el día de Jesucristo. (Filipenses 1:6)

Alejandro Riff