Mateo 14:26 Y los discípulos, viéndole andar sobre la mar, se turbaron, diciendo: Fantasma es. Y dieron voces de miedo.27: Mas luego Jesús les habló, diciendo: Confiad, yo soy; no tengáis miedo. 28: Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si tú eres, manda que yo vaya á ti sobre las aguas. 29 Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro del barco, andaba sobre las aguas para ir á Jesús. 30 Mas viendo el viento fuerte, tuvo miedo; y comenzándose á hundir, dió voces, diciendo: Señor, sálvame. 31 Y luego Jesús, extendiendo la mano, trabó de él, y le dice: Oh hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?
¡Que sorprendidos quedaron los discípulos al ver a Jesús caminar sobre el agua!
Pero este milagro era propio del Hijo de Dios a quien la naturaleza lo obedecía, y desafiaba cualquier ley física con su poder.
Pero el impetuoso Pedro, no quería una «experiencia menor», sino que también quiso imitar a su Maestro caminando sobre las aguas.
Y así lo hizo por un momento, todo iba bien, mientras miraba a Jesús podía caminar sobre las aguas. Era algo increíble.
Pero esa experiencia no duró muchos segundos. Cuando quitó su vista de Jesús y empezó a mirar las olas que levantaba el fuerte viento, cierto temor comenzó a apoderarse de él y le asaltó la duda del pensar: –¿acaso llegaré?
En ese momento comenzó a hundirse, pero cuando el agua ya lo empezaba a cubrir la mano de Jesús lo asió fuertemente y lo sacó a flote.
La pregunta de Cristo luego fue: –¿Por qué dudaste?
Muchas veces como Pedro también somos muy arrojados en nuestra vida espiritual, nos gusta el desafío, los grandes logros, dicho metafóricamente nos gustaría caminar sobre el agua.
Pero nuestra inherente debilidad, nuestra naturaleza insegura, no tarda en hacer sucumbir toda nuestra osada seguridad y empezamos a dudar y a temer.
Muchas veces el Señor permite que traguemos agua de nuestra «confianza propia».
No nos deja que nos ahoguemos, pero el agua de la desesperanza muchas veces llega hasta la altura de nuestros ojos.
¡Que engreído estaría Pedro en su espíritu si hubiese permanecido a flote por su propia autodeterminación!
Pero Dios una vez más, demuestra cuan débil somos, y que sin su ayuda, y si él no nos tiende su mano:
perecemos.
¿Como nos sentimos hoy en nuestra vida? ¿Podemos sentir que nos hundimos?
¿Frías olas de amarguras, y vientos de desaliento, nos hacen estremecer?
Ya no somos tan confiados en nosotros mismo y ante el peligro inminente exclamamos: -¡Señor sálvame! Señor sálvame!
Porque el Señor es misericordioso, pronto nos socorre y nos salva.
¿Entiendes que nos enseña con su pregunta? –Hombre de poca fe ¿por qué dudaste?
¿Queremos caminar en la vida cristiana sin hundirnos?
Si es esto lo que deseamos, debemos andar por fe y no por «autodeterminación.
No debemos quitar en ningún momento nuestros ojos del Maestro.
Puestos los ojos en al autor y consumador de la fe, en Jesús. (Hebreos 12:2)
Este mundo es a veces como un mar embravecido, no podemos evitar los fuertes vientos ni que las frías olas nos mojen, pero la mirada constante de fe en Cristo nos mantendrá a flote.
¿Y si empezamos a hundirnos perderemos toda esperanza?
¡No! El brazo de Cristo siempre está pronto a socorrernos y no nos dejará en angustia.
Cristiano no temas, confiad, Él es.
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