Más que el hijo del carpintero…

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Lucas 4:17 Y fuele dado el libro del profeta Isaías; y como abrió el libro, halló el lugar donde estaba escrito:18 El Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres:me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados:19 para predicar el año agradable del Señor.20 Y rollando el libro, lo dio al ministro, y sentóse: y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos. 22 Y todos le daban testimonio, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían:
¿No es éste el hijo de José?

Por casi 30 años Jesús estuvo en el anonimato en la ciudad de Nazaret. Pero llegaría el día en que él habría de mostrarse al mundo y anunciar: «El Reino de Dios se ha acercado».
Para Nazaret, él era el hijo del carpintero.
Extrañamente, Jesús no comenzó su ministerio público en su ciudad, sino en otras regiones de la zona de Galilea. Su fama corrió muy rápido, pero Nazaret se mantenía incrédula y escéptica acerca de si Jesús podría ser el mesías anunciado en los profetas. En medio de la dureza de corazón de esta ciudad, Jesús aparece en la sinagoga de ellos no solo para leer una porción de las Escrituras, sino para testificar que Él mismo era el cumplimiento de la profecía de Isaías.
Para entonces Jesús había dado pruebas irrefutables en toda Galilea que él era el Hijo de Dios, sin embargo Narazaret se sigue preguntando acerca del «hijo de José».
En su ira e incredulidad, la ciudad lleva a Jesús a un lugar elevado, para despeñarlo a un precipicio.
Pero Jesús escapa de sus manos pasando a través de ellos en forma invisible.
Cuando toda la multitud lo agolpaba en el borde del precipicio, y humanamente no había escapatoria; el Hijo de Dios se abre paso en medio de ellos y desaparece. Pasa al lado de sus captores sin ser visto. Dios quiso demostrar de esta manera , un ejemplo, una ilustración, de la ceguera del corazón de aquella gente.
Como hace dos mil años, hoy también, para las multitudes incrédulas Jesús es el hijo de José.
Si leemos detenidamente los evangelios, veremos que las grandes ciudades siempre rechazaron a Cristo. En muchas ciudades quisieron martarlo y en otras no lo dejaron entrar.
Pero las Escrituras nos relatas gloriosos encuentros personales, donde Jesús se presenta a un alma como el Salvador. En lo oscuro de la noche, en los desiertos, junto a un pozo de agua, fueron los solitarios escenarios donde las almas encontraron al Jesús.
Nunca las grandes multitudes fueron el punto encuentro, sino por el contrario dieron lugar a confundir su persona. En su punto cúlmine la gran ciudad de Jerusalém le grita: ¡Crucifìquenló!
¿Quién es para ti Jesús?
Si fuera el hijo de José, déjame decirte que no tendríamos noticias  de Él después de dos mil años.
El hijo de un carpintero no puede influir en la historia del mundo.
Pero el Hijo de Dios, sí puede hacerlo. Él sigue pregonando libertad a los cautivos de la incredulidad, y dando vista a los ojos carentes de fe.
Y todavía se sigue predicando la buena noticia que Él quiere darse a conocer como el Hijo de Dios que vino a rescatarte.
Jesús le dijo al pueblo de Nazaret «Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos».
Quizá también hoy pueda cumplirse en los tuyos y puedas dejar de ver al «hijo de José» para ver «al Hijo de Dios».
Alejandro Riff